sábado, 4 de abril de 2020

Cuestionarios del Confinamiento (19): Gema Fernández


Gema Fernández (Oviedo, 1982). Combina desde hace años su pasión por la literatura con su actividad musical. Es vocalista y letrista del grupo Delagua, con el que obtuvo el premio al mejor grupo en el concurso "Lánzate a la Fama" (2002), organizado por Cadena Cien, el primer premio en el "Concurso de Rock Ciudad de Oviedo" (2009) y el Premio Amas en la categoría de "mejor letrista" (2010). Los últimos trabajos de Delagua son Globoflexia (2017) y Animalías (2019).
Funda la compañía Refugiartes Teatro en la que dirige obras de autoría propia. Con la pieza Tango de la Palabra queda finalista en Art Nalón. Ha sido galardonada en tres ocasiones con el Premio Dafne de poesía (1998, 1999, 2000). En 2017, con el guión del cortometraje Entre Líneas (Desenfocado Producciones) gana el premio al mejor guión de cortometraje en categoría nacional del festival Incortum. Participa como guionista en el corto Vamos a llevarnos bien de Desenfocado Producciones (1er premio en el III Festival internacional Cortoatlántico).
Tiene publicada la novela corta Tres notas de jazz (2011); los poemarios La eternidad tiene los días contados (Torremozas, 2017) y Principio (s) de incertidumbre (Suburbia, 2018). Ha participado en la antología poética Degeneración salvaje (2015), así como en diversos libros colectivos de relatos como [O] Anatomías del Antiguo (Alternativas, 2017), Barra Libre (Alternativas, 2018), Ars Moriendi (Alternativas, 2018),  Habitación 2019 (Alternativas, 2018), De Vinos (Alternativas, 2019), De Sidras (Alternativas, 2019) y Amanece en Oviedo (Turbulencias, 2020).

-¿Cómo son tus días de confinamiento? ¿A qué dedicas todas las horas por delante del día?
He pasado por varias etapas. La tensión y el desconcierto inicial, la preocupación por el devenir de los acontecimientos, la incertidumbre ante las repercusiones económicas y sociales que habremos de enfrentar una vez recuperemos la actividad cotidiana en nuestras vidas. Ahora, algo recuperada del shock, procuro regalarle pocos pensamientos a la enfermedad y no hago ningún tipo de concesión a las auto-lamentaciones. Finjo no escuchar el fatigado mantra del pesimismo y enfoco toda mi atención en cosas que alimenten mi espíritu y me proporcionen calma y serenidad.
Escucho música, compongo canciones, leo sin parar, veo películas, hago ejercicio, descubro maravillada la belleza que subyace en las cosas sencillas, los placeres domésticos, la luz atravesando el cristal de las ventanas, acariciándome desde lejos, la sorprendente alquimia que oculta la cocina, su capacidad de transformación de la materia. Ahora que cocino más y dispongo de más tiempo, he vuelto a creer en la magia. 
Creo que, no me queda otra, este es un período de resignificación, de autoaprendizaje.
A veces, me vence la claustrofobia, saco la cabeza por la ventana y cuento pájaros.

-¿Cómo es el lugar donde vives?
El lugar donde me he confinado es pequeño, apenas 50m2, lo suficiente para sentirme protegida. Mi miniterritorio está celosamente custodiado por un montón de discos, libros, dos gatos y un compañero paciente y generoso que sabe construir cosas con las manos, elegir las mejores películas y entender, de vez en cuando, al asalto a traición de mis hipérboles.

-¿Qué es lo más has añorado hacer en estos días y lo que menos?
Lo que más añoro es abrazar a la gente que amo. El contacto es un nutriente vital para mí y siento que, hora tras hora, se me van enflaqueciendo las caricias pendientes. El distanciamiento social, la soledad no electa, me resultan insoportables... nunca la palabra amistad resonó tan fuerte entre cuatro paredes. 
Añoro a mi hermana y a mis padres por encima de todo y subirme a un escenario, cantar, recitar, esas cosas bonitas que antes eran normales y ahora mismo me parecen tan lejanas.

-¿Crees que habrá un "antes" y un "después" tras este confinamiento?
Sin duda. Y de hacerlo, espero que el cambio sea en un sentido positivo. Lamentablemente, situaciones críticas como las que estamos viviendo son capaces de despertar lo mejor y lo peor del ser humano. Asistimos en las redes a espectáculos grotescos donde el odio y la descalificación alcanzan cotas verdaderamente preocupantes. En las calles, la Gestapo de balcón, denuncia a los vecinos que salen de sus casas. Lo hacen con inquina, inyectando su propia frustración en los conciudadanos sin informarse de las circunstancias personales y, a veces, excepcionales que atraviesan. Y, por supuesto -eso nunca falla- hay quien trata de aprovecharse de la situación, sacando beneficio económico o buscando una notoriedad oportunista.
Pero también he comprobado que la vulnerabilidad que hemos sufrido a nivel global ha generado un fuerte sentimiento de cohesión social. Nos hemos hecho más solidarios, creativos. Tomamos consciencia y valoramos cosas que antes nos pasaban desapercibidas. Espero que, como mínimo, en el futuro, salgamos a defender la sanidad pública con el mismo tesón con el que sus profesionales se dejan hoy la piel para salvarnos la vida.

-¿Qué será lo primero que harás cuando se acabe el confinamiento?
Volver a mi casa y abrazar fuertemente a mi familia.

MANOLO D. ABAD
Foto: ALEJANDRO VIÑA