sábado, 29 de agosto de 2015

"Ni en vivo ni en directo"

 

Vetusta Blues. –

Ni en vivo ni en directo”


Llevo más de dos tercios de mi vida asistiendo a conciertos en bares, disfrutando de actuaciones que llenan grandes momentos en mi memoria, de instantes atrapados a la noche que se repiten en mi mente para animarme a seguir el camino de la vida, para continuar dejándome los oídos contemplando a artistas que -quizás un día, como ya me ha sucedido con muchos- ocupen un lugar preferente en escenarios mayores y ante un público masivo. 

Tras el año de sequía de conciertos en Oviedo por obra y gracia del nefasto concejal de cultura Alfonso Román López, uno pensó que no regresaríamos a la situación que se ha producido recientemente con el Ca Beleño. Aquel “Oviedo No Suena” fue uno de los momentos donde el régimen imperante en la ciudad manifestó con hechos toda su sinrazón, todo su absurdo entramado de apariencia y simulación. Por si alguno no se ha dado cuenta –y parece que, interesadamente, la respuesta es “no”- la música en vivo en pequeños locales es un lujo que dota a la ciudad de una nueva dimensión. No sólo la música, sino el teatro, el cine o los monologuistas, consiguen llenar de un ambiente culto a la siempre inquietante noche.

Pero, hete aquí que extrañas asociaciones formadas por un solo miembro, de escasa representatividad y verdaderamente obsesionadas por acabar con la música en vivo en la ciudad, reaparecen como una pertinaz plaga de langosta, siempre a finales de agosto, para arremeter contra los músicos y los locales que ofertan directos como si ellos fueran los culpables de que la noche se haya torcido en los últimos tres lustros. Nada quieren saber del botellón ni de los locales que disparan decibelios de locura mientras sirven garrafón para adolescentes atrapados en los botellones. Ellos confunden cultura con botellón, música en directo con ruido, desastre callejero procedente de las borracheras del botellón con salir de noche a disfrutar de una actuación en vivo. 

Hay un vacío legal que hace ya muchos años que debería haber sido arreglado y en ese se escudan para mostrar su intransigencia hacia quienes tratan de entregar un pequeño trozo de cultura, un pedazo de distinción en esa noche apuñalada por el botellón y el gratis total, esos empresarios de esa noche que hace ya muchos años que dejó de ser una bicoca que tratan de mostrar lo que se cuece en la cultura de la ciudad. Uno de los ejemplos de mayor intransigencia me lo encontré el año pasado con un pequeño local del Antiguo que realizó las reformas de insonorización pertinentes, incluso retrasó el horario para poder realizar sus (pequeñas, el local es muy reducido) actuaciones. Nada de eso sirvió ante la negativa en redondo de uno de los vecinos, quien seguramente sí escuchara todo el bullicio de los botellones en la misma plaza pero que quizás pensaba que los culpables eran los dueños de ese pequeño negocio.

Ante irregulares asociaciones que sólo denuncian unos ruidos en concreto y no parecen tener tiempo en sus denuncias para hablar de la miseria del barrio –ahí mi querida Belén Suárez Prieto y sus desayunos para los niños necesitados podrían darles muchas lecciones- o de la ruina de muchos edificios o de otros muchos problemas que obvian por unos sospechosos intereses en acabar con su diana, que no es otra que unos músicos –y hay muchos con ganas y necesidad de mostrar su obra- tratando de enseñar su obra en concierto. Y la ciudad, esta ciudad, no puede permitirse el lujo de prescindir de uno de los ejes que más la hace latir culturalmente.

MANOLO D. ABAD
Foto: M.D.A.
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 29 de agosto de 2015