sábado, 8 de agosto de 2015

Gastrolío

 

Vetusta Blues. –

Gastrolío”

De aquellos polvos, estos lodos. Y ya tenemos una nueva polémica: la de Gastromateo. Y vamos comprobando cómo esas novedades que navegaban en la deslizante y peligrosa frontera de lo público y lo privado para beneficio de unos pocos en los últimos tres años, van siendo desenmascaradas como una operación para cambiar las fiestas de la ciudad. Sin disimulos y para beneficio de unos “principales”, que también podrían ser calificados como “afines”. Pero llegaron los radicales del caos y se destapó la caja de Pandora. 

En el caso de Gastromateo -esa feria gastronómica con chiringuitos de algunos establecimientos de la ciudad bajo el paraguas de Hostelería de Asturias- nos hallamos ante el ejemplo preclaro de cómo no existe una sola voz representativa en el gremio, tal y como pretendían convencernos los antiguos dirigentes de la ciudad. De repente, tras veinticuatro años de régimen, muchas voces se atreven a alzarse contra la actuación de una aparente patronal que ha mudado su piel a organizadora de eventos. Y no es una asociación aislada, sino varias, las que se levantan contra los modos de Gastromateo: los hosteleros de Gascona, los de la Ruta de los Vinos, los del Antiguo, los del Fontán y los de la Asociación Unión y Defensa de Hosteleros de Asturias. También, algunos de la Avenida de Galicia. Vaya, parece que ese representativo bloque sin fisuras al que los antiguos rectores de la ciudad aludían presenta grietas, graves y grandes grietas. Parece que esa tendencia de quienes estuvieron veinticuatro años mandando a su antojo en la ciudad no era la que deseaban muchos ovetenses. Que las cosas no son blanco o negro, sino que hay matices de grises y en ellos no están cómodos quienes se acostumbraron en estos últimos veinticuatro años al mando y ordeno. A un blanco y negro demoledor, que ha terminado por hartar a la ciudadanía.
 
Algún hostelero aporta el testimonio de un deseo de acabar con los chiringuitos clásicos que revolucionaron el modelo de fiestas durante el gobierno de Antonio Masip y que sufrieron un tremendo acoso bajo el mandato de Agustín Iglesias Caunedo. Parece que el oscuro deseo de Gastromateo era, según esos testimonios, un intento de acabar con los chiringuitos que diversas asociaciones de la ciudad ponen en marcha durante las fiestas. Lo cierto es que su presencia sólo sirvió para agravar el deterioro del mosaico de Antonio Suárez y para engrosar las cuentas de un grupo de privilegiados.
En su plan por acabar con las fiestas populares, el anterior equipo de gobierno construyó un edificio por el tejado: sin un recinto adecuado para conciertos de pago, se embarcó en una carpa multichachiguay con oscuridad en las cuentas y constante polémica; sin un terreno preparado para eventos, propició Gastromateo en pleno Campo de San Francisco –ese espacio recurrente mancillado a conciencia por los anteriores dirigentes de la ciudad durante sus veinticuatro años de rodillo-. Da la impresión de que se actuó con prisas, con extrema precipitación para acabar con un modelo que ha acompañado a los ovetenses durante los últimos treinta años. De eso, y de la rendición a atrabiliarios y codiciosos personajes, llegan ahora estos lodos.  
MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 8 de agosto de 2015