domingo, 28 de febrero de 2016

En el Oviedo Antiguo


Vinilo Azul. -
En el Oviedo Antiguo”

Mientras disfruto del ensoñador nuevo álbum del enorme Giorgio Tuma “This Life Denied Me Your Love”, que la aplicada gente del sello Elefant me ha hecho llegar con la diligencia habitual marca de la casa no puedo evitar fijarme en el diario EL COMERCIO donde se habla, un lunes más, del deterioro del Oviedo Antiguo. El casco viejo de la ciudad es uno de esos lugares dotados de un peculiar encanto que consigue que la ciudad de Oviedo sea diferente, Por desgracia la práctica del botellón, de la borrachera brutal e indiscriminada, convertida en una ingesta inhumana a la sajona sin otro fin que alcanzar el punto álgido de un pedo sin ton ni son, de un vacío total propio de adictos a una droga, ya sin excusas, deshumanizado, reflejado en un tránsito a un supuesto éxtasis, a un mayestático precipicio a la inconsciencia más vana, ha logrado transformar un lugar tan sugerente como el Oviedo Antiguo en un borracheródromo.

Nada que ver con lo que disfrutamos desde mediados de los 80 una generación como la mía, golpeada por el paro y la droga. Nuestros primeros bares, donde descubrimos amores, el calor de conversaciones y miradas, la banda sonora de unos días de hallazgos y nuevas sensaciones. No les voy a engañar: también podías encontrarte momentos desagradables, como una tarde, con un compañero de facultad en que vimos, en vivo y en directo, cómo un tipo se pinchaba heroína en un portal de la calle Oscura. Todo eso, empero, fue parte de una formación en la que predominaba lo humano sobre lo material. Tiempos de ver y escuchar. Tiempos de aprender a vivir. Tiempos de conocer que la vida es dura y que sin lucha nada será posible. Días en que escuchar “Tiempos nuevos, tiempos salvajes” de Ilegales era la definición de momentos gloriosos. Y si un fin de semana no había dinero para salir, nos quedábamos en la compañía de un disco, de un libro, de la película que exhibiera la segunda cadena a altas horas de la madrugada. Nada de dramas de quinceañeros alcohólicos de fin de semana. 
 
Una sensación de rabia y de pena me invade cuando intento hacerme sitio entre las multitudes ebrias que invaden la calle Mon, cuando trato de internarme en el Fauno, el Sol y Sombra, el Olivar, el Serie B o el clasicísimo Diario Roma (ya no les digo las noches eternas del Xalabam en compañía del gran Paco), supervivientes ilustres de una época cada vez más lejana. Esa en la que la música envolvía los sueños de una noche de amor, en la que conversábamos, reíamos y tratábamos de pintar con colores un futuro que entonces parecía negro, muy negro. Uno aparta muertos vivientes al borde del coma etílico o quizás en el coma mental, con sus móviles como apéndice imprescindible, casi como una tabla de salvación o un flotador de náufragos que jamás verán tierra firme, sin otro asidero que sus insoportables gritos, su inexistente vacío de marcas de ropa y apariencia estéril, de intervalo de tres días de absoluto olvido de su capacidad para ser personas. Brindo con el enorme Luis Salgado en el Diario Roma con una copa de cava similar a la suya por aquellos días de búsqueda en el Oviedo Antiguo, él que regresó también de una pesadilla y abraza de nuevo la vida con su circunspecta faz. Suenan los Doors invitándonos a dejarlo estar, una vez más ese “Roadhouse blues”, y a que el vacío de este tiempo, de ese camino a ninguna parte de la generación del gratis total -esa gran falacia de los descargadores de cultura de internet- no termine por absorbernos, por deglutirnos en una loca tarde de botellón y termine con esa esencia de nuestro ser, de nuestra vida, que hemos dejado en tantas noches en nuestro querido Oviedo Antiguo.

MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 28 de febrero de 2016