domingo, 1 de junio de 2014

Kafka y la Plaza de Toros de Oviedo


Vetusta Blues. –
“Kafka y la plaza de toros de Oviedo”

Decíamos ayer, casi como cuando Fray Luís de León, tras salir de un injusto encarcelamiento, volvía a dar clase en la Universidad. Y, sí, de poco sirve lo que decíamos ayer cuando uno se encuentra con una pared tan infranqueable como la de la burocracia más perniciosa. Sabíamos, intuíamos, que iba a suceder lo que, finalmente, ha acaecido. Si el 23 de noviembre dedicábamos un artículo –el segundo- a la olvidada Plaza de Toros de Oviedo, con la esperanza de que fuera recuperada de su ruina, de su patética ruina, siete meses después comprobamos cómo la respuesta de los responsables sigue siendo la misma: pasar. Pasar, pasar y pasar. Ahora que se disputa Roland Garros, nada mejor que un cruce de informes; saque y seis meses después, respuesta y otros seis meses más, nueva reunión de la atribulada Comisión de Patrimonio; de revés, otro más y así como en “El Proceso” de Franz Kafka, a la busca de un papel perdido, a la negativa de una decisión nunca tomada, al bonito devenir de una burocracia enroscada en sus mentiras y que sigue parasitando a los ciudadanos.

La inacción, bien vestida de informes, de un trueque de informes con el que marear la perdiz. Vamos a ver, señores, hay un proyecto claro, y desde este diario –con brillantes reportajes de mi compañero Gonzalo Díaz-Rubín- se han mostrado las opciones para evitar la ruina de la Plaza de Toros de Oviedo y convertirla en un recinto aceptable para un montón de eventos. Pero no, no vale nada. ¡Crucémonos informes cada seis meses en este castillo kafkiano! Que transcurra el tiempo, que la ruina siga abriéndose paso y, tras este partido de tenis intolerable por quienes queremos soluciones, llegue el momento de ejecutar la arqueología de la ruina de aquellos que dejaron morirse por inanición un buen proyecto. Y que la bola siga rodando inasequible a la ruina y la podredumbre.

Me niego a creer en cercos, en conspiraciones, pero, contemplando la manera de actuar de ciertas gentes, supuestamente indicadas para tomar decisiones, empiezo a pensar si no están equivocados. La vergüenza, esta vergüenza que está sucediendo con la Plaza de Toros de mi ciudad me da asco. Asco también me da pensar que, quizás en este próximo mes de septiembre, en ese chamizo con carpa donde van a hacinar a miles de personas, con mal sonido, pésima visión y unas condiciones tercermundistas pueda haber una desgracia (Dios no lo quiera). Y entonces, seguro, estos tipos que se están pasando vergonzosamente la pelota –vía “informes”- se rasgarán las vestiduras. Seguro que ellos no se sentirán responsables porque nunca lo han sido.

MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el sábado 31 de mayo de 2014