sábado, 19 de enero de 2019

Gerardo Lombardero escribe sobre "Sucedió en Oviedo"

"Escrito en Oviedo"

Por Gerardo Lombardero

"Sucedió en Oviedo" es el notorio esfuerzo de varios creadores puestos a disposición del mismo empeño: hacer de lo inmediato una baza más en la que la ciudad se despereza en los textos más inusuales".

Si pudiésemos empapelar calles y fachadas con todas las novelas que comienzan en la ciudad, que terminan en ella o, simplemente, que la toman como protagonista, estoy seguro de que quedaríamos asombrados. Por ese mismo motivo, la aparición de una nueva obra en la que la capital es eje central de sus narraciones, quizá y ahí puede estar el problema, parece que no nos coja por sorpresa. Pero, todo lo contrario, debiéramos hallarnos ante un volumen que causara nuestra admiración, primero porque es uno más que se asoma a estas calles llenas de historias, porque es el esfuerzo de unos creadores que han pensado que la continuidad bien vale la pena y porque, una vez más, Oviedo es el único protagonista de algo que merece la pena ser contado. Si no debiéramos ocuparnos de la violencia que llena nuestras vidas, espero que, a pesar de muchos, ¿de qué debiéramos ocuparnos?



"Sucedió en Oviedo" es justamente eso de lo que les hablo, es novela, es ficción, pero ante todo es el esfuerzo notable y notorio de varios creadores puestos a disposición del mismo empeño: hacer de lo inmediato, aunque este inmediato sea a primera vista rechazable, una baza más en la que Oviedo se despereza en los textos más inusuales. Para ello, autores como Ovidio Parades, Marcelo García, Lauren García, Javier F. Granda o Manolo D. Abad, han puesto el empeño necesario para pergeñar unos relatos en los que la muerte, la cara oculta de la vida cotidiana o simplemente el asesinato son el factor común que los une. El último de los autores de la lista, en un sincero prólogo, lo dice muy bien: "Oviedo es mi ciudad y una de las protagonistas en todos los relatos, la que establece ese hilo común. Creo -y espero no equivocarme- que todo esto es un canto de amor a nuestra ciudad por parte de todos los participantes. En mi caso, no lo duden: lo es". Y así, relatos como "A Ciegas", "Oviedo Gentry", "Miss Ingrid Street", "La Dosis Hace El Veneno" y "Plagiadora", conforman un volumen que no tiene desperdicio, pues va desde el crimen cotidiano, ese que puede ocurrir cualquier día y en cualquier ciudad, hasta la narrativa tras la cual se esconde hábilmente un poeta a quien delata su propio texto, hasta el eléctrico desenlace que nos hace vibrar a pesar nuestro. Ya que me he adentrado en este berenjenal de comentar un volumen nuevo, tengo que hacerles a los editores una propuesta: casi todos los libros se venden por su portada. Apilados en las librerías, en ocasiones simplemente la mirada fugaz que pasa sobre ellas despierta nuestro interés. ¿Valdría esforzarse un poco más en la elección de la referida cubierta?



Para que comprueben que en una ciudad como Oviedo todo es posible, narraré una anécdota que me ocurrió hace bastantes años, pero que no ha desmerecido con el tiempo. En la céntrica plaza del Riego existe a día de hoy un jardín triangular que, adosado a los restos de la muralla medieval, delimita de alguna manera el borde de la acera. Sobre la misma, una mañana a primera hora, había una caja de cartón de tamaño regular que, alguna mano descuidad había dejado el día anterior cercana a los cubos de la basura para ser recogida, supongo. Mi curiosidad me llevó hasta ella y con cuidado, alcé las tapas para escrutar en su interior. Para mi sorpresa, yacían en el fondo de la misma un cráneo humano, junto a dos huesos de la misma procedencia, que por sus dimensiones podía asegurarse que se trataba de dos húmeros. La sorpresa fue mayúscula, lo confieso y el dilema que a continuación me embargó también. ¿Qué debía hacer ante semejante hallazgo? Pues hice lo que pienso que debía hacerse, un poco sobrecogido por el encuentro y un poco -lo confieso- por el lío que se iba a montar a continuación. Se trataba de restos humanos, de eso no había duda así que, llamé de inmediato al servicio telefónico de la Policía Local y les comuniqué el descubrimiento. Tardaron poco, es cierto, así que cuando dos agentes se personaron en el lugar, les señalé la caja marrón que había levantado mi desconfianza. Nada más explorar como yo había hecho su interior, llamaron al juzgado de guardia, que prestamente envió un juez al lugar de los hechos. De nada valió la circunstancia de que el cráneo tuviese unos números en su parte superior trazados por un rotulador, lo que nos indicaría que había pertenecido a cualquier estudiante desaprensivo; se trataba de restos humanos y como se dice en el argot, había que "levantarlos". El espectáculo duró buena parte de la mañana. Yo, divertido, miraba desde una distancia razonable el ir y venir de tanto experto para algo que estaba claro desde el principio, pero la ley es la ley y los restos, qué coño, merecían un respeto. Así que, si vale el ejemplo, en una ciudad como la nuestra, cualquier cosa es posible.

Para finalizar tengo que decir que "Sucedió en Oviedo" me ha recordado de pronto el "Cantar del Mío Cid", en particular aquel verso que dice: "Qué buen vasallo, si tuviese buen señor". A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 19 de enero de 2019