martes, 21 de junio de 2016

Moscas detrás de la oreja


Crónicas de Vestuario. -

Moscas detrás de la oreja”


¡Qué raro todo este previo con Croacia! Que si un “biscotto” -ese acuerdo a la italiana de repartirse puntos en un empate de conveniencia-, que si una ofensiva de los ultras croatas enfrentados con su Federación (dirigida por Suker) para reventar la Euro´16 y que expulsen a su propia selección, que si Pedrito estalla y no quiere ser una mera comparsa (¿se le habrá pegado la animadversión de Mourinho a La Roja?), que nuevas revelaciones de los whatsapps de la prostituta que denunció a De Gea -mayor de edad, por cierto Sr. Don Pedro Sánchez, toca informarse bien-, que si hay que rendir homenaje a Casillas y que juegue este (raro) partido, que si jamás hemos vencido con arbitraje de Bjorn Kuipers y que los croatas no conocen la derrota bajo su mando... Demasiado lío cuando deberíamos estar celebrando la buena salud de nuestro combinado que parece haber retomado el buen camino. Aunque todo lo recorrido hasta ahora no es nada. Pronto empieza la cara o la cruz, que, al más mínimo despiste, conduce al hoyo.

Uno prefiere recordar las exquisiteces croatas, no su vandalismo, ni su guerra terrible en los Balcanes. Esa que inspiró la gran obra de Arturo Pérez-Reverte “Territorio Comanche”, aunque mi querido amigo y crítico de cine de EL COMERCIO José Havel, prefiera todas sus obras con Alatriste de protagonista, que a mí me dejan bastante frío.

Evoquemos al gran Robert Prosinecki en un regreso a ese viejo Carlos Tartiere de las glorias azules, a aquel fútbol depurado, a su saber estar sobre el campo. A Luka Modric -heredero de tanta clase como la del exoviedista- no le veremos como faro de una selección que, sin su inequívoca y clarividente luz, ha perdido toda su pujanza. Si, por lo que parece, se borra Rakitic, no parece que la energía del madridista Kovacic sea suficiente para apagar el fuego de La Roja. Sólo parece posible que, a la desesperada, busquen su gran capacidad competitiva como recurso para vencer. Porque lo que sí parecen echar de menos es uno de esos delanteros centros goleadores a la vieja usanza, como el inolvidable Mate Bilic, que se licenciase en El Molinón, o un Davor Suker que marcó una época en blanco sevillista y merengue. Pero, ahora que lo pienso, según dicen los propios croatas, ellos no necesitan vencer para clasificarse. Casi lo mismo que los turcos que dijeron en el prepartido: que un empate era bueno. O como los checos, que renunciaron a su identidad para esmerarse hasta el suicidio final en defender, defender y defender; ellos que eran un equipo ofensivo que había dejado una media de dos goles y pico por partido en la fase de clasificación (y que lo volvieron a demostrar ante los ajedrezados de los Balcanes en la segunda jornada). ¿Nos tocará, entonces, otro monólogo de autobús, de once bajo la lona? Ese parece el sino de los españoles y sólo queda desear que el resultado favorable sea el castigo ante rivales tan inmisericordemente timoratos.

MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el martes 21 de junio de 2016