domingo, 5 de junio de 2016

Deshonor

 

Crónicas de Vestuario. -

Deshonor”


Iba a ser un día de balances y, quizás, también de análisis, de hacerse preguntas sobre cómo todo pudo torcerse en este nefasto último tercio de Liga a las órdenes de David Generelo Miranda. Pero no, aún quedaba un nuevo capítulo para rematar la tragedia, algo que en una historia plagada de grandiosos episodios y protagonistas de la grandeza de Lángara (sí, ese que vistiendo la Roja le endosó un par de goles delante de las mismísimas narices de Hitler como un Jesse Owens del fútbol) no sería de extrañar y que, posiblemente, la engrandezca aún más en el futuro.



Optó por renegar de todos los protegidos el meritorio pacense, como queriendo solicitar un armisticio. Que la grada no gritase, que nadie se enfureciese. Abrazar la posibilidad de una despedida agridulce. Pero los planes del entrenador de la “L” de autoescuela se volvieron a trastocar una vez más. Arrancaron dubitativos, con desahuciados como Omgba dejándose la piel -no como un Edu Bedia, más conocido por sus “hazañas” nocturnas que por lo ofrecido en un terreno de juego- y dos chavales de la cantera saboreando titularidad (el incisivo y bullidor Viti Rozada, elegante Héctor Nespral) junto a símbolos recuperados (Esteban, Cervero) que acabaron por asentarse hasta que, en los mejores momentos azules, llegó el gol rojillo tras un monumental error de Dani Bautista. El peso de tanta decepción, de tanto dolor contenido, acabó por estallar como una mecha en las gradas. 



Generelo, mal aprendiz en retirada, optó por frenar los gritos de la grada en el segundo acto: entraron Peña y Josín por Dani Bautista y Josete. Pero la tragedia, griega diría, seguía implacable su castigo, el que merecían los principales responsables y que caería con distinta suerte sobre ellos: uno, ya lejos, “premiado” con un nuevo y jugoso contrato en el Levante; otro, de reunión en reunión -esperemos que fructífera- teniendo que tomar unas riendas que había entregado a un director deportivo como Del Pozo para que le sustituyese en una responsabilidad de la que se borró; por último, unos jugadores caprichosos, más interesados en correrías de todo tipo que alcanzaron la titularidad a través de un títere que se plegaba a quien, finalmente, le impulsó a un cargo que le quedaba demasiado grande.



Recordé el debut del hoy entrenador Paco Fernández, un 4 de marzo de 1985, con diecisiete años, en un 8 a 0 ante el Lorca, donde firmó en el minuto 87 el octavo, y lamenté que el pobre Josín ni siquiera tuviera un abrazo, una caricia, la más mínima señal de apoyo, por parte de quien había decidido que entrase para firmar una efímera y muy amarga presentación. Triste, muy triste, contemplar cómo el míster se arrebujaba en el banquillo, mientras el joven debutante emprendía camino de los vestuarios tras ser expulsado, solo, humillado.



Ya hablaremos de balances, porque hoy sólo existe el deshonor. Y en este detalle del joven canterano y de quien es el principal responsable, el mayor de ellos. Urge una profunda reflexión. Recapacitar para sentar nuevas bases y que lo de esta campaña no se repita en la próxima.



MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: J.L.G.FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el domingo 5 de junio de 2016