domingo, 17 de junio de 2018

El Ruido y La Furia


Crónicas de Vestuario.-“El Ruido y la Furia”

Tras asistir a una de las situaciones más absurdas en una semana increíble, sólo propia de un género tan español como es el esperpento, llegaba la hora de inicio de un nuevo Mundial. Y el rival –el más fuerte, a priori, del grupo- no era la mejor invitación al optimismo. Los vigentes campeones de Europa llegaban con ganas de mostrarse fuertes ante una Roja llena de dudas y así comenzaron: con seguridad y poder. Si a los dos minutos le añadimos un dudoso penalti a Cristiano Ronaldo nos encontramos con un menú para que la catástrofe se hiciese realidad. Y no lo digo por la presencia de Fernando Hierro en el banquillo, que luego tendría la oportunidad de mostrar que, más allá de aquel vestuario azul donde le tocó lidiar con verdaderos miuras (léase los “tres amigos”, no los de John Landis, sino los que todo el oviedismo conoce) fue capaz de revertir una situación negativa. Porque hasta el minuto veinte fueron los lusos quienes marcaron el ritmo de los acontecimientos.

Pero con paciencia, con la experimentada fe en sus posibilidades que el once español posee, la situación se revirtió. Y fue en el momento más insospechado, en una jugada de “juan palomo” de un Diego Costa que cuajó su mejor actuación con la Roja, cuando se logró. Él se lo buscó, sólo, solito, rompiendo las caderas a los veteranos Pepe y José Fonte, y remachando con ese peculiar instinto suyo de killer. Los vecinos se descompusieron y fue el momento de España. Un balón al larguero de Isco nos recordó a la pesadilla del mal fario que perseguía al combinado nacional y que se hizo patente en aquel encuentro ante Brasil en México´86. La tecnología borró cualquier duda y los españoles prosiguieron su asedio sin lograr resultado ante una empequeñecida selección lusa. 

Los giros de azar son eso, una mala combinación de la suerte, que se alió con el equipo dirigido por un irascible Cristiano Ronaldo que anotó su segundo al borde del descanso. Si tenemos que recurrir a aquello que se decía de los “goles psicológicos”, nuestros vecinos ya nos habían metido dos. Encima con De Gea haciéndose un “Arconada Francia´84” cuando se tragó aquella falta de Michel Platini. Todo hacía presagiar lo peor.

Salió con dudas España, pero, a base de toque, encontró su sitio frente a la previsible Portugal, sólo a la espera de las noticias de un Ronaldo encendido, probablemente por los más de dieciocho millones de euros a abonar a la Hacienda española. Nunca se vio tanta motivación, tanta furia, tanta inquina, tanto odio, en el delantero aún jugador del Real Madrid. Pero, en el principio del segundo acto, fue la Roja la que se centró a base de toque. Y encontró el gol. Y otro más, después. Una maravilla de un Nacho Fernández que ha encontrado su sitio, firmando una de esas temporadas de futbolista honesto, polivalente, también capaz de un golazo. Ese a quien todos los entrenadores lo quieren en su equipo.

La inercia de los campeones de Europa les permitió un último guiño del destino: salvar un punto en una (innecesaria) falta de Piqué que anotó el furioso Ronaldo. En tres mundiales, tres goles; frente a España, en un solo partido, en su cuarto Mundial, en un magnífico choque que no mereció ganar su selección, otros tres. Y, a pesar de la decepción, buenas sensaciones, tan sólo la duda del errático De Gea. Próxima estación: los pegajosos e insolentes jugadores de Irán. Sin ruido ni furia, por fortuna.

MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el domingo 17 de junio de 2018