domingo, 29 de abril de 2018

Un largo adiós


Crónicas de Vestuario. -

"Un largo adiós"

"Un largo adiós" (1973) es una película de Robert Altman basada en la novela de serie negra de Raymond Chandler "El largo adiós" (1953) y viene perfecta para ilustrar en lo que se han convertido los finales de temporada para el Real Oviedo desde su retorno a la Segunda División: una insoportable agonía para un final indeseado donde se rompe toda la ilusión, donde se desbaratan todos los sueños.
Acudía el Real Oviedo a Soria para enfrentarse en un choque directo con uno de sus rivales por el ascenso (que ha vuelto a recibir la sospechosa denominación -como en la campaña anterior- de "el objetivo"). Había fundadas esperanzas en conseguir un resultado positivo, pero no. El descalabro, tras unos primeros minutos aceptables, fue total. Habría que referirse, en primer lugar, a la terrorífica endeblez defensiva del equipo azul. Sin la presencia de Juan Forlín -castigado por acumulación de amonestaciones- la defensa de los de Juan Antonio Anquela fue un coladero a merced de los delanteros del Numancia. Como segundo hecho destacable está el contemplar a un once apático, sin ritmo, lento, tedioso, incapaz de imponer su juego, sin profundidad, roto en todas sus líneas. Apagado completamente. Da la impresión de que hay jugadores en completa caída libre. Aarón Ñíguez es uno de ellos: sin sitio, sin chispa, sin fuerza. Ramón Folch tampoco vive sus mejores horas en el cuadro azul: parece que su mente ha colapsado y ya no es ese jugador que antaño aparecía por todas partes y deambula como alma en pena por el terreno de juego. De Toché ya lo hemos dicho todo y, por desgracia, cada día más se muestra como un náufrago en su isla. No hay remate, no hay físico, no hay velocidad. Completamente perdido. En la defensa, los centrales Héctor Verdés y Christian Fernández fueron un juguete en las manos de los delanteros sorianos, que, sin hacer nada del otro mundo, los desarbolaron por completo. Al "festival" se unió esta vez un Carlos Hernández totalmente desaparecido. No ayudaron mucho en las bandas, tampoco, Mossa y Diegui Johannesson. 
Da la impresión que, en la dirección técnica, a Juan Antonio Anquela se le han terminado las ideas, puesto que el once azul es un desastre táctico, previsible, lento, sin profundidad en las bandas, con todos los jugadores haciendo la guerra por su cuenta, incapaces de conectar entre sí, de hilvanar unos pases o una jugada. A expensas de la magia de Saúl Berjón o de una jugada a balón parado que lleva demasiado tiempo sin salir bien.
El Real Oviedo vuelve a encontrarse en esa encrucijada a la que se ha visto abocado en las últimas campañas, la de borrarse de la lucha, de difuminarse, de perder fuelle y de llegar exhausto hablando de un "objetivo" que más parece una quimera vistos sus (nulos) argumentos futbolísticos sobre los terrenos de juego. En esta montaña rusa insoportable de final de temporada, al equipo dirigido por Juan Antonio Anquela le falta empaque, carece de juego y no alumbra ninguna opción con la que transformar el errático rumbo que lleva. Negada -una vez más- la cantera, incapaces de encontrar más opciones en jugadores de la plantilla que han fracasado rotundamente (Pucko, Hidi, Yeboah) no parece existir más opción que resignarse a un milagro que está cada vez más lejos.
Robert Altman en el mencionado film "Un largo adiós" le dio una completa vuelta de tuerca a la novela de Raymond Chandler, sobre todo por ese polémico final donde Phillip Marlowe mata al que creía su amigo Terry Lennox y por el que había pasado tantas vicisitudes.
-Tú eres así, Marlowe. Nunca aprenderás: naciste para perder -le dice, ufano, Lennox.
Phillip Marlowe desenfunda su pistola y le dispara, al tiempo que le contesta:
-Sí, hasta perdí mi gato.
Después, pido disculpas por el spoiler (la película es una obra maestra, vale la pena que la vean igualmente), Marlowe se vuelve a su casa, atravesando un paseo arbolado mientras hace sonar su armónica. Fin.
Aún hay vida, pero la esperanza y la ilusión han sufrido en la matinal de domingo en Soria un durísimo revés. Para el recuerdo nos queda la imagen de Saúl Berjón, llorando inconsolable. Todo muy triste.
MANOLO D. ABAD