martes, 9 de enero de 2018

Prueba de carácter


Crónicas de Vestuario. -
Prueba de carácter”

“El carácter se prueba mejor en las olas tormentosas del mundo”
(Johann Wolfgang Von Goethe)

En esta maratón que es una temporada en Segunda conviene ir bien pertrechado para hacer frente a todas y cada una de las adversidades que un once pueda encontrarse. Si eso ocurre contra el líder de la categoría, con más sentido aún. Un penalty fallado y una pifia de tu propio portero que será número uno en todos los programas televisivos o en las redes durante mucho tiempo, podrían ser losas si no nos encontrásemos ante un equipo sólido, compacto, un verdadero conjunto, no una colección de nombres más o menos ilustres. El Real Oviedo de Anquela es, a día de hoy, un bloque coriáceo, preparado para solventar todas y cada una de las calamidades que se encuentre en el camino con carácter, con fuerza, con la disposición de los llamados a grandes metas.
No, no es triunfalismo el que me inspira estas palabras. Es la misma convicción que los azules mostraron sobre el terreno de juego del Acoraz y que hacía mucho tiempo que no recordábamos. Sí, el “espíritu Gorriarán”, podríamos llamarlo, que ha imbuido Anquela a los suyos es el que nos embarga. Con una satisfacción para alimentar ilusiones y esperanzas. Con la debida mesura, sí, que esta maratón es larga y tan sólo hemos cumplido la mitad del camino. Y ya saben que toda maratón tiene su “muro”, como bien conocen tanto los aficionados como quienes lo hayan hecho alguna vez... De modo que calma, nada de euforias ni engreimientos.
El caso es que los primeros veinticinco minutos del Real Oviedo en Huesca fueron para enmarcar. Con una presión que ahogó a los líderes hasta estrangular su salida de balón, robando y, sobre todo, con un Diegui Johannessson mostrando su prodigiosa creatividad unida a una visión atacante profunda y certera, el once de Anquela pudo haber resuelto el partido. Se falló el penalty, lo que ya empieza a resultar preocupante. No importó. El equipo encajó el golpe, bajó su ritmo y los de Rubi respiraron sin crear excesivo peligro, ausente el excepcional Gonzalo Melero, que impregna clase con su distinción a los líderes de la categoría.
Dice Joseph Ernest Renan que “los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca resultan estériles”. Pues, bien, llegó un segundo con la pifia de Alfonso Herrero que protagonizó la jugada estúpida del año al no percatarse de la llegada de un Gallar pillo, necesitado de anotar alguno de los muchos goles que había conseguido en la campaña anterior con la Cultural Leonesa. Tocaba levantarse y la llegada del descanso fue el bálsamo ideal. En mis tiempos de vestuario he comprobado la capacidad que ciertos entrenadores tienen para azuzar a sus jugadores a levantarse frente a situaciones adversas. Anquela debe ser de estos, pues los azules -sin alcanzar las cotas de los estelares minutos del primer acto- buscaron la puerta hasta encontrarla en una jugada genial del binomio Saúl Berjón-Aarón Ñíguez, que cada vez se complementa mejor y que acabó en un sensacional gol.
El empate puede saber a poco ante lo visto sobre el terreno de juego. Pero es una de esas pruebas que fortalece al conjunto, que le hace creer en sí mismo. Para la próxima jornada, una nueva ante un equipo duro, veterano y correoso, muy complejo, como el Rayo Vallecano. Si a ello añadimos la nefasta presencia de un árbitro que ya no debería militar en la Segunda División y que mancha a la institución que representa, como el desgraciadamente célebre David Pérez Pallás, la empresa se antoja difícil, dificilísima, casi una misión imposible. Lo bueno es que a este cuadro de Juan Antonio Anquela se le ve capaz de todo. Confiemos. Con cautela, pero con ilusión.
MANOLO D. ABAD