lunes, 23 de mayo de 2016

Una final, no: el final



Crónicas de Vestuario. -

Una final, no: el final”


¿Cómo se ha podido tirar a la basura una temporada como la que el Real Oviedo llevaba hasta el fatídico mes de febrero con la dimisión de Sergio Egea? ¿Cómo se puede perder un partido ante un equipo desesperado como el Almería tras adelantarse en el marcador? ¿Cómo se van desperdiciando, una tras otra, las oportunidades de ascenso que nos conceden nuestros máximos rivales?

Tras este nuevo desastre sólo queda mantener la calma. Y eso resulta una tarea ardua tras contemplar al ciclotímico once azul, que se deja conducir al marasmo por su total falta de actitud, por su poca cabeza y, hoy demostrado de forma preclara, por la ineptitud total de su entrenador. Tras una primera parte impecable donde el cuadro ovetense mandó sobre la ansiedad de un conjunto como el almeriense sumergido en un hondo precipicio (las caras de desesperación de sus jugadores, desencajados, eran todo un poema), los de David Generelo se dejaron ganar terreno, entre la soberbia y la incapacidad para solventar la avalancha suicida de los andaluces.

Un segundo acto que había comenzado inmejorable con el gran gol de Miguel Linares, se perdió por los garrafales errores de un entrenador que no supo responder a los movimientos a la desesperada de Fernando Soriano, nuevo en su plaza, pero con muchos más arrestos que el pacense. Lanzó a su artillería a la locura, con la entrada del experimentado Kali Uche y Chuli y venció a la incapacidad de Generelo para leer el envite. Empuje, fe, fuerza desmedida e incontrolada, armas suficientes para vencer a jugadores como el desaparecido Míchel Herrero, náufrago total en el centro del campo, o el indolente Fernández, coladero por la derecha al que, por desgracia, ya nos hemos acostumbrado a padecer. Falta de actitud más caos táctico convirtieron a los almerienses en campeones de la Champions y los azules sucumbieron, de nuevo, con un enorme estrépito, sin paliativos, entregados a sus deficiencias de todo tipo, destinados a tirar una temporada que podía haber sido maravillosa. Miren el vestuario del Nástic de Tarragona, otros recién ascendidos y aprendan que sólo con convicción y actitud los milagros pueden hacerse realidad. Bueno, eso y una mínima dirección táctica y técnica.

Si David Generelo conservase un mínimo de dignidad y, a la vista del repaso táctico que le ha dado hoy otro entrenador novel como Fernando Soriano, presentaría su dimisión. Por el bien del escudo que representa y de la afición que está detrás de él. Basta de estos ridículos constantes, de esta insistencia en un desastre cada vez más insoportable.

MANOLO D. ABAD
Foto: J.L.G. FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 23 de mayo de 2016