viernes, 27 de mayo de 2016

El llanto de "Los Gritones"


Crónicas de Vestuario. -

El llanto de Los Gritones


El 14 de mayo de 2016 después del segundo espejismo en azul -el 4 a 1 al Mirandés- escribía, ufano, el patrón Arturo Elías sobre un grupo de aficionados a los que denominó “los gritones”. Nada he de decir contra el patrón, quien a fin de cuentas ha conseguido meter al Real Oviedo en el fútbol profesional, con la inestimable labor de un gran entrenador y mejor persona como Sergio Egea. Pero, en días tan aciagos como hoy, la vida exige decir las cosas cara a cara. Y, sobre todo, recordar.



Cuando el mal día que Sergio Egea dimitió, con el equipo en tercera posición, aspirando a lo máximo, se dijo desde la dirección más alta que había que aspirar a las dos posiciones de ascenso directo, se marcó una frontera que, a día de hoy, señala la vergüenza y el ridículo. La vergüenza de comprobar como no sólo no se ha cumplido el objetivo planteado (¿fracaso?) sino que se ha conseguido destruir hasta el hundimiento un proyecto que pintaba muy bien.



No es el momento, dicen esos que sacan partido del peloteo, y a los que sacan los colores equipos como el Nástic, capaz a día de hoy de lograr lo que, supuestamente, no puede el Real Oviedo porque “no es el momento”. Ridículo decía y ridículo añado, de ver cómo se echa por tierra lo conseguido en dos tercios de temporada de la peor de las maneras posibles. La inacción, el postureo, que nadie le diga al emperador que va desnudo... Luego llegará el presidente-esfinge con un hermoso texto en las redes sociales llamando a la épica. Demasiado tarde. Con un entrenador con la “L” de autoescuela, que ni para dirigir a unos alevines sirve, el camino nos abocaba a un nuevo desastre (han sido varios). Juego de patio de colegio, táctica infame que ni para un vídeojuego serviría. Así es el mundo de David Generelo y sus satélites (por cierto, “asistencia” de su protegido José Fernández en el gol del Leganés).



El proceso de descomposición es tan grande, que la gangrena se ha adueñado de un equipo que ya no es equipo. De un once que es una banda desorganizada y que trata de salvar los muebles (propios) en la desbandada general. Saca Generelo a Viti Rozada (mantén tu apellido, chaval, que Viti sólo hay uno y fue muy grande) en un patético guiño a la grada y nos acordamos de Esteban, de Cristian Rivera, de Cervero, de Nacho López y, por supuesto, por supuestísimo, de Diegui Johanesson. Ahí nos hemos dejado la esencia azul. Ahí se perdió el alma. Ahí han comenzado los constantes ridículos, un largo final, insoportable y, casi diría, intolerable fin. “El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer”, decía mi admirado Mariano José de Larra. A día de hoy, hemos comprobado que ni tan siquiera podemos creer en las mentiras. Y el llanto de los “Gritones” exige un último gesto de misericordia ante tanto sufrimiento: ¡David Generelo, váyase!

MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: J.L.G. FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el viernes 27 de mayo de 2016