miércoles, 16 de octubre de 2019

Miedo al Miedo


Ésta es mi aportación al libro colectivo "Miedos" (Alternativas, 2019), ya a la venta.

MIEDO AL MIEDO

Atrapado dentro de mi mente, dentro de esta cabeza, en los caminos intrincados de mis circunvoluciones cerebrales. Tiemblo. Es miedo. Es el miedo. Son todos y cada uno de los miedos que me persiguen en todos los rincones de mis sombras.
A veces, me quedo petrificado en medio de mis pensamientos, sin saber reaccionar, con la mirada perdida en un horizonte sombrío. Todos esos instantes que la vida nos devolverá. Todos aquellos en que pudimos haber actuado de otra forma. Y que se agolpan como un peso insoportable en la espalda, cada vez más encorvada por el dolor de las pérdidas, de todo aquello que pudo ser, que no volverá, que ya es una gota de agua en un inmenso océano, pero que regresa como un inquietante fantasma para atormentarnos en el desvelo de noches eternas.
Y lamentas el tiempo perdido, en círculos inacabables, sin explicación lógica alguna, más que la de todos los miedos que te mantuvieron congelado, sin que ello supusiera permanecer a salvo de nada. Los errores del pasado siguen pasando factura. Y es cara, muy cara: va al cuerpo, se introduce en tu vida, te conduce al caos, al terror al mañana. Hay que pagar el precio y no existe la ilusión de antaño, ni otro motor que tire de tu agotado corazón. Todos los propulsores van apagándose, excepto el de la inquietud. El del pavor al mañana, que se va inoculando con cada nueva respiración. El sudor en noches que se repiten con torturadora frecuencia.
Ves a un mendigo en la calle y te contemplas a ti mismo en un futuro, en un próximo tiempo de derrota que es más que seguro que llegará. La caída acecha y será un castigo a los días de vino y rosas. Una condena por haber apurado cada jornada hasta el último trago. ¿Dormiré al ras pronto? ¿Cómo podré seguir vivo en semejantes circunstancias? Llevo ese camino, sí, arrinconado por el miedo, por las circunstancias adversas, por todos aquellos que me odiaron e hicieron trizas cada una de mis ilusiones, cada uno de mis valores. Y les veo, al final, con una sardónica sonrisa sabiéndose vencedores de esta batalla de la vida, que parece irremisiblemente derrotada para mí, a pesar de tantos baldíos intentos. ¿Habrá un puente por el que tirarse? Quizás no tenga el suficiente valor para hacerlo y seguiré arrastrándome por las calles, paseando mi condena ante los ojos de los viandantes, sin poder siquiera acabar con todo de una vez.
Van pasando los trenes. Cada vez quedan menos y, quizás, me quede abandonado, en una estación solitaria y vacía, esperando la muerte; con el hambre, el frío y el dolor reconcomiéndome hasta el escalofrío final. Muerto de miedo. Por culpa del miedo. De todos y cada uno de mis miedos.

MANOLO D. ABAD