miércoles, 20 de septiembre de 2017

San Pateo (Año 2). Dia 6. "La noche del reggaeton asesino"



San Pateo (Año 2). -
 Día 6. "La noche del reggaeton asesino"

No sabía cómo había llegado allí, pero estaba. En el "Rincón Cubano". Si está al ladito de mi casa, ¿cómo es posible que no recuerde cómo he aterrizado en este chiringuito? Los altavoces vomitan una música latina, de voces vocoderizadas y mensaje... mejor no les explico nada del mensaje, venía a decir algo así como "Hoy me la llevo a toas de rehén/ Bájate la falda/ Quítate el sostén". ¡Que yo no soy Víctor Lenore, por favor, esto es... inauguantable! Pero, ¿qué narices hago yo aquí? Traté de avanzar entre el nutrido público, pero apenas conseguí moverme unos metros. El musicón proseguía: "No estamos rústicos, mamá/ Estamos exóticos", metiéndose cada vez más en mis oídos y haciéndome estremecer de dolor. Creía que me iba a estallar la cabeza, como en esa película de David Cronenberg "Scanners". Tenía que salir de ahí. Craso error: estaba atrapado. Empujé con fuerza llevándome por delante a un grupo de chavales con camisetas ajustadas a la altura de sus biceps. 

-¡Eh, compay, un poco de educación!



Seguí, debía salir de ahí al precio que fuera y alcanzar el "Pinón Folixa". Así podría descansar, quitarme esa sensación de que mi cabeza iba a estallar de un momento a otro. A mi espalda se oían gritos. "Hijo de la gran...". Me di la vuelta. Cuatro de los mocetones anabolizados trataban de acercarse a mí. Tenía que llegar al Pinón como fuese. ¡Y dejar de oír el soniquete machacón!: "La primera se desespera/ Se encojona si se lo echo afuera/...
Por favor, por favor, por favor, ya llego, a ver si pierdo de vista a los orangutanes. Me escondo en un extremo de la barra, parece que no me han visto, tengo gente más alta que yo delante de mí. Respiro, trato de retomar el ritmo (espiración-inspiración-espiración-inspiración) y acompasarlo. Pronto dejo de hacerlo, cuando vuelve: ¡más reggaeton, nooooooooooo! En el chiringuito de al lado, de cuyo nombre prefiero no acordarme. "Estoy loco por ponértelo entremedio (sic) pa hacerte una rusa". A mi lado, la gente baila sin mucho entusiasmo. Mueven el cuerpo como si estuvieran obligados a hacerlo.  Me siento como el protagonista de "Están vivos", aquella película de los 80 de John Carpenter.



¡He de escapar, he de huir! Salgo en dirección a la calle del Águila, puede ser una buena opción. Tan obnubilado estoy por el persistente reggaeton que me olvido de los cuatro del choque, que, al salir a campo abierto salen a voz en grito, persiguiéndome. Les doy esquinazo gracias a la amplia fila de váteres portátiles y llego a un local de esos que ha cambiado veinte mil veces de nombre. Lo recordaba porque a veces ponían buenas sesiones de soul y funk. Pero, me temo, que eso ya fue hace años. Al entrar, pido una cerveza, situándome detrás de una de las columnas, por si a los anabolizados les da por continuar su cacería. El silencio del local se rompe: "Ya llegó, ya llegó papaíto dj, tu dj de reggaeton, papaítoooooo dj". Fuerte aplauso de la concurrencia que va llegando con cuentagotas. No puede ser. Me acerco a la barra: 
-¿¡Pero esto no es un club de soul!? -le pregunto al camarero, con expresión aterrorizada.

-Sí, pero hoy tenemos noche de reggaeton -me contesta algo mosqueado al otro lado de la barra.

-¡Nooooooooooo!¡Noooooo!

Una chica me contesta con una enorme sonrisa:
-¡Sí, sí, sí!

"Vamos a hacerlo a tu tiempo/ que yo quiero verte desnuda", suena en el local. 

Salgo corriendo, pero un policía local me para.

-¿Está bien, señor?

Consigo reunir un poco de lucidez y le contesto:
-Sí, es que me estoy meando.
-Ahí a mano derecha tiene donde mear... 

Le dejo con la palabra en la boca y me esfumo en dirección a la plaza del Paraguas. Atravieso por la de la Catedral y... sí, está sonando: "Tu novio te lo envío con dos cuernos de adorno/ Y sin hablar te voy a robar, para llevarte a un lugar/ Donde te pueda demostrar mi habilidad sexual". No sé por qué recreo otra de John Carpenter "En la boca del miedo". Aunque yo debo de tener un careto parecido al de la niña de "El exorcista" de William Friedkin. Alcanzo el Tránsito de Santa Bárbara, aquí ya se oye menos, sólo retumban los graves. Me he detenido casi al final. A pesar de ser utilizado como meódromo nocturno, me encanta el sitio. Empleo un truco que nos enseñó el llorado profesor Javier Fortea. Él solía emplearlo en las prospecciones arqueológicas. Por fortuna, aún me duraba el olor a colonia de uno de mis dedos.  Los orangutanes parecen haberlo dejado para mejor ocasión. Sin embargo, a mi lado, una pareja de veinteañeros que se estaba besando, ha decidido acompañar sus arrumacos con... sí, eso: "... grita como loca, mientras la devoro/ ella se toca". Bueno, ella no se toca, se ríe con una risa estúpida hasta que agarra al chaval y chocan sus labios con inusitada fuerza. Pienso en si han chocado con sus piños. Eso debe hacer daño. La plaza del Paraguas está más cerca. En la Corrada del Obispo está la misma canción, parece que se han puesto de acuerdo, joder. El chavalete se podía haber ahorrado un poco de carga del móvil, eso sí. Desciendo por la calle San Isidoro sin excesivos problemas, pero sobre el escenario, no, no puede ser. ¡También están tocando reggaeton! Trato de largarme calle Máximo y Fromestano arriba, pero me cogen por la cintura y me empujan en dirección contraria. ¡Una conga, dios, lo que me faltaba! Intento desprenderme de quien va delante de mí, pero la mujer que me agarra por la cintura (bueno, con una mano a la altura de mi culo) empuja tanto que no puedo despegarme de la otra que tengo delante mío. "La segunda tiene la funda/ y me paga pa que se lo hunda/ La tercera me quita el estrés/ polvos corridos siempre echamos tres"... Forcejeo hasta que consigo desprenderme. A lo lejos un mupi con el anuncio "No es no". No sé por qué pero me acuerdo de la exposición que vi hace unos años en Madrid de Josef Koudelka.

Subo por fin la calle donde estaba el Channel. ¡Qué tiempos! Mentalmente evoco a los Lime Spiders a ver si así no se me vuelve a meter por los oídos la cantinela: "A la cuenta le bajo la una/ pero ella siempre quiere con Maluma y conmigo a la vez!". ¡Tengo que llegar como sea al Diario Roma! Me viene a la mente otra peli de John Carpenter -¡vaya nochecita que llevo con él!- "2013: rescate en L.A.". No me llame Plissken, llámeme "Serpiente". ¡Ay, bien, que ya llego! Tras vadear entre la multitud que se agolpa en los distintos bares de la calle Mon, alcanzo el Diario Roma. ¡Por fin, estoy salvado del reggaeton! Atravieso el umbral, Luis Salgado pincha, imperturbable como siempre, "Highway to hell" de AC/DC. Estoy a punto de alcanzar la barra, cuando... ¡vuelven a aparecer los cuatro lobotomizados, digooo, anabolizados! No les oigo, pero he de salir a la intemperie reggaetoniana si quiero salvarme de una buena tunda. Calle Mon arrriba sólo llegan los ecos de los graves, acallados por la turba festiva, que tiene millones de cosas urgentes que contarse. Objetivo: alcanzar la calle del Ritmo (la calle Martínez Vigil por si no saben cuál es). Trazo un mapa mental. He de regresar a la Corrada del Obispo a toda pastilla para evitar que el reggaeton vuelva a hacerme estallar la cabeza. Lo consigo y desciendo hasta la plaza Feijoo donde aún debe estar el Concurso de Rock, pero está todo vacío, aunque suena... no, no es posible,... ¡más reggaeton! Lo vomita con toda su fuerza destructora un teléfono de ultimísima generación. En torno a él y unas botellas de líquidos espirituosos, bailan unos adolescentes, frotándose. Llego a la altura del Gong, pero opto por cruzar la calle y entrar en La Salvaje. Necesito escuchar algo que me libere de esa sensación terrible. ¡Me va a estallar la cabeza, voy a morir! Apenas saludo a Alejandro Ramos y a David Cuerdo trato de trepar hacia la cabina del dj. Me fallan las fuerzas y todo se vuelve negro.

Me despierto. No sé dónde estoy ni qué hora es. Palpo en la oscuridad. Sí, estoy en mi casa. Corro al salón a escuchar algo de música. Todo debe haber sido una pesadilla. ¡Uuuf! Respiro hondo. De repente, antes de que alcance mi pequeño equipo de música, por una de las claraboyas de mi salón, se cuela el horrible sonido desde el patio: "Mis bellaqueos son psicológicos/ me contagio con tu traje erótico/no estamos rústicos, mamá...".

¡Noooooooooooooooooooooo!

MANOLO D. ABAD

Toca limpiarse los oídos. Tanto terror no es soportable... Jose Domingo ayudarían, pero, ya sabemos que esto es San Pateo y no, no. Tuvimos que verlos hace unos años en Gijón.