Una semana antes de que comenzara el verano, mientras contemplaba, distraído, una serie de televisión norteamericana, el teléfono sonó con la señal de los mensajes. Alan Álvarez me había dejado unas frases grabadas, en una de ellas comentaba que tenía algo que podría interesarme. Efectivamente, ese "algo" era de lo más interesante para mí. Una sustitución, un trabajo para una semana.
Lo que comenzó como una sustitución de cinco días, terminó por convertirse en tres meses de trabajo. Empecé un 21 de junio y el verano se ha consumido en esta nueva aventura. Nuevas personas, nuevo ambiente, nuevas experiencias, nuevas sensaciones, nuevas responsabilidades. Un nuevo plan de vida, un ritmo diferente de lunes a viernes.
Por supuesto, esto ha afectado a algunos proyectos que tenía en mente. Había retomado una novela, dejada en su primer tercio, que esperaba reactivar en las fechas del estío bajo la tranquilidad de un lugar perdido en Castilla y León. Dos libros de relatos también necesitaban un impulso, que ha permanecido en un segundo plano ante este nuevo reto vital. Otros proyectos que parecían parados se activaron: el colectivo Misiva de Pola de Siero ya tiene casi listo el libro recopilatorio "Leyendas urbanas", donde aparecen varios relatos míos; el proyecto de libro sobre Gonzalo Suárez cuya coordinación depende de mí se encuentra también en su recta final... El mundo, la vida marcan un ritmo propio, distinto al de nuestros deseos y esperanzas, pero la cosecha termina por llegar para los que hemos ido sembrando con paciencia y fe.
Ahora, ya hecho a los horarios, al ritmo de esta nueva vida, estoy tratando de recuperar todo ello. Sé que no será fácil, que la organización del tiempo será clave, pero soy optimista. Cuando peor parecían pintar las cosas, el camino de piedras se terminó. No sé hasta cuando durará, pero ahora quiero disfrutar de este suelo liso que se presenta ante mis pies, al fin, después de tanta tribulación.
La foto es en Hamburgo en el verano de 1984
