lunes, 25 de abril de 2016

El día (obligatorio) del vinilo


Vinilo Azul. -

El día (obligatorio) del vinilo”


Sí, ayer, fue el Día del Libro, y habrá que guardar algunas conclusiones para otra entrega de este “Vinilo Azul”, que recibe su nombre de cierta veneración a los discos, que, desde la aparición del compact-disc, pasaron a llamarse vinilos. La vida da tantas vueltas que, a veces, pese a permanecer en un mismo lugar, el mareo nos llega de tanto movimiento como se produce, de tantos pequeños terremotos que nos remueven de lo supuestamente anodino.

En esta ruleta rusa de apariencias que son las tendencias de moda y demás poses varias, ha llegado la del vinilo. Gente que adquiere discos para ni tan siquiera escucharlos, por el postureo de comprarlos y colgarlos en una pared de sus casas. Hay gente para todo en este mundo. Recuerdo mi primera compra, el primer álbum de los valencianos Glamour en la tienda de discos Pífano, en aquel recién inaugurado Centro Comercial Salesas de Oviedo. Unos días después caería, en el mismo lugar, el primer single de Ilegales con “Revuelta juvenil en Mongolia” y la espeluznante “La pasta en la mano”. Ya no había remedio: un camino se había abierto. En aquel pequeño y portátil equipo Dual comenzaban a sonar nuevos discos. No importaba quedarse sin salir el fin de semana, escuchábamos todos aquellos vinilos que nadie llamaba así por entonces.

El tiempo transcurrió. Templos como Discos Liverpool, Discoteca y, sobre todo, Discos 3 de mi querido Antonio Palomero, acabaron por cerrar. Y algo cambió en nuestras vidas. Recuerdo estar en Madrid, en casa de mi querido amigo Dani Fletcher, que me acogió junto a su gran mujer Asun Montes en un momento de gran zozobra personal y conocer la liquidación de Discos Del-Sur a quienes había comprado por correo toneladas de discos y de cd´s, sin poder acercarme. No tenía dinero y el futuro sólo era un pozo sin fondo donde no quería sumergirme. La vida siguió dando vueltas, con un capricho inabordable, que me permitió reconstruir mis ruinas. La ciudad también había cambiado. A mi revista “Interferencias” llegaban cds, ningún vinilo. Mi pequeño estudio en el centro de Oviedo -mi madre lo llamaba el “zulo”- sólo tenía capacidad para ellos. Los vinilos, que habían crecido hasta más allá del millar, se quedaban en la casa de mis padres.

Pasados los años, los vinilos y el equipo “compacto” -en casa de herrero, cuchillo de palo, ya saben- siguen en la casa de mis progenitores. El incremento de cds ya cuadruplica (o quizás más, ya perdí la cuenta) al de vinilos, pero la valoración en el mercado ha aumentado de unos respecto a otros. Incluso hay un día para celebrar a los discos, o a los vinilos, como los llaman ahora. Aún me encuentro gente que me cuenta que los cds se borran pasados una década -en mi colección algunos ya superan la veintena y no ha ocurrido tal cosa- y que siguen vendiéndome motos e historias sin sentido propias del radio makuto. Yo, tan sólo compro algunos discos -perdón, vinilos- por algo especial y con mayor gusto si van acompañados de cd -en los Estados Unidos suelen ofrecerte ambos a un precio de risa- pero no pienso que sea algo particular o me haga sentirme sobrehumano. Me encanta tener mi vinilo en color azul del último de Automatics, pero escucho el cd que lo acompaña; lo mismo cuando adquirí el 10” titulado “False idols” de Hugo Race también con un compact adicional.

No entiendo esta fiebre. A fin de cuentas, lo principal debería ser la música. Y, más aún, prescindir de todos estos cabos de año, “días de”, que sólo sirven para que muchos periodistas se sonviertan en unos rutinarios vendedores de vacuas y repetidas efemérides con la persistencia aburrida de un mal funcionario. Y eso, por no hablar de ciertos compradores del producto...
MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 24 de abril de 2016