sábado, 19 de julio de 2014

Dimisión show


Vetusta Blues. –
“Dimisión show”

Las serpientes de verano ya no son tales, aquellas informaciones, algo frívolas, que se instalaban en época estival. Ahora son dragones con la peor faz. Dragones con rancio aroma a viejos tiempos que jamás deberían volver, pero que se han instalado en la vida ovetense, asturiana y española como el peor de los virus. Esta inacabable corrupción, estos modos caciquiles que hemos vivido en este mes de julio con la resistencia de un alto cargo municipal a abandonar su puesto tras ser condenado a un año de cárcel son el peor dragón con el que nos podíamos haber enfrentado en estas fechas de asueto.

En este circo político, cada vez más circo para descrédito del ciudadano honrado de a pie, se multiplican hechos como éste. Siempre es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno, rasgarse las vestiduras, desplegar toda la artillería verbal contra los rivales políticos cuando se enfrentan a una de estas desvergüenzas que llevan asolando desde hace más de una década a la clase política, cada vez más una oligarquía en sí misma. Pero, ¡ay! cuando la negra sombra de la corrupción o de los comportamientos impresentables alcanza a las propias filas comienza el recital de paños calientes, de excusas y de balones fuera para aplacar la vergüenza, que no hace sino aumentar el escarnio. En vez de reprobar a quien actúa fuera de cualquier ética, o se justifica o se entra en la espiral del “y tú más”. Que no les extrañe entonces el ascenso de nuevas formaciones como Podemos. La gente empieza a estar harta de individuos que se aferran al poder como un náufrago lo hace a cualquier superficie sobre la que ayudarse a flotar.

Para rematar el dislate, el hecho de que el ex teniente de alcalde prolongue su “reflexión” añade nuevas gotas a la batalla interna del propio partido al que pertenece, lo que –seamos serios- al ciudadano le importa tres pepinos. Lo que el ciudadano desea, lo que los ciudadanos deseamos es que se comporte del modo acorde a las circunstancias. O sea: que dimita de todos sus cargos, que se vaya, que se comporte con ética. ¿Tan difícil resulta? ¿Tan complicado es de entender que necesita una “reflexión” de más de una docena de días?
Si un condenado sobre el que pesa una pena es incapaz de dimitir es que el sistema está podrido y esa podredumbre no hace más que hundir cualquier esperanza de decencia, de renovación de los modos de una democracia que cada vez está más lejos de su esencia. Y los ciudadanos –a los que sólo nos quedan las urnas- empezamos a estar demasiado hartos.


MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el sábado 19 de julio de 2014