lunes, 29 de junio de 2009

Raros



Murió aplastado ante el estremecimiento de los que también esperaban. Podría decir que ese accidente fue la nota perfecta que me sustrajo del aburrimiento, pero qué valor aporta una muerte cuyos efectos no inciden más allá en el tiempo. Aunque resultase entretenido sería demasiado cruel aspirar a una muerte diaria o a un accidente espectacular con la única finalidad de otorgarle un poco de animación a mis jornadas. ¿Dónde encontrar a una multitud dispuesta a lanzarse a las vías a cambio de nada? Tampoco sería fácil encontrar voluntarios para arrojar a otros contra los trenes por el simple motivo de entretener las vidas de los demás. Y en ese galimatías de prioridades ¿Quién decidiría quienes son los lanzados, quienes los lanzadores y quienes los espectadores?


José Luis Espina "No gana uno para sustos" (Duen de Bux, 2008)