domingo, 19 de julio de 2015

Aquellos conciertos de San Mateo

 

Vinilo Azul. –

Aquellos conciertos de San Mateo”


Hubo un tiempo en que aguardaba las fiestas de septiembre en Oviedo, las de San Mateo, como un momento especial donde habría la posibilidad de asistir a excitantes conciertos con los que alimentar la progresiva curiosidad musical que iba creciendo desde mi edad preadolescente. El bautismo de fuego tuvo lugar en la Corrada del Obispo, un 19 de septiembre de 1983, con quince añinos y unos meses. Tuve la suerte de disfrutar de una de las bandas asturianas con mejor directo de la época: Modas Clandestinas. El impacto me haría seguirles a muchos más conciertos en los siguientes meses. El cuarteto encabezado por Fran Elías a la voz y la guitarra (hoy al mando de los excitantes The Traveling Zoo) repetiría en el cartel de las fiestas ovetenses del siguiente año, ya en la plaza de la Catedral, junto a los asturianos El Contacto y Salón Dadá y unos de mis favoritos de entonces, los madrileños Derribos Arias, cuyo líder –el extravagante Poch- acabaría viviendo unos meses de locura en la ciudad años después. El momento glorioso de ese año, la primera cita con una leyenda de la historia universal del rock, llegaría tres días después –el 21 de septiembre de 1984- con la actuación del gran Eric Burdon en la plaza de toros. Los flashes de aquello aún me iluminan en una difusa despedida con el clásico “The house of the rising sun” como colofón.

Supongo que es a esas edades donde empiezan a grabarse un universo de sensaciones que luego perderán una parte de su componente emocional al repetirse con más frecuencia. Esas mariposas en el estómago, esa excitación previa, se quedarán para ocasiones muy concretas o muy deseadas, la de los encuentros en vivo con quienes se han convertido en nuestros favoritos. Pero entonces, con quince o dieciséis años, eran todos y cada uno de los momentos en que se fuera a levantar el telón para dar paso a la música en directo los que se convertían en magia. Como mágico fue ver a los norteamericanos The Long Ryders en la plaza de toros el 19 de septiembre de 1986. Se unieron la excitación por ver a una banda en lo más alto de su carrera, en pleno esplendor de ese Nuevo Rock Americano que ya sumaba en sus filas a figuras capitales como unos incipientes R.E.M., los irrepetibles Dream Syndicate o los excitantes Violent Femmes, al tiempo más dulce de su propia trayectoria. Tenerles ahí, ofreciendo un conciertazo que se quedó grabado para siempre, en su mejor momento, supuso uno de los más importantes saltos de calidad de las fiestas de San Mateo ovetenses. Muchos más nombres llegarían después, pero pocos unieron estado de forma y momento álgido de popularidad como ese. 

Con el paso de los años, la espera por los conciertos de San Mateo desapareció. Poco interesante había: los olvidables “éxitos” de temporada, muy pocos conciertos para enmarcar en un lugar privilegiado, excesiva rutina de artistas repetidos y repetidos hasta la saciedad en tantos y tantos carteles de tantas y tantas capitales de provincia de España. Ya sólo quedaba esperar a la casualidad o encerrarse en la plaza de Feijoo para tomarse una cerveza con las formaciones asturianas que se jugaban el premio del concurso de rock. El resto eran baldías apreturas, saldos de caducas radiofórmulas, estrellonas patrias por las que no gastaríamos un euro en circunstancias normales ni por uno de sus discos ni, mucho menos, por uno de sus conciertos. Y ya en estos últimos años, llegó la privatización de las fiestas con la que tirar la toalla en cada excursión a la carpa multichachiguay de los escándalos. 

Se abre un nuevo panorama en la ciudad con la recuperación de las fiestas populares en Oviedo, aunque aún no sepamos si será con programación paralela a la carpa multichachiguay o no, dados los contratos apresuradamente firmados por el anterior edil en su provisional “alcaldía en funciones”, donde se encargó de dejarlo todo atado y bien atado. En caso de recuperar el modelo, sí debería tenerse en cuenta cómo, transcurridos los años, algunos de los nombres que permanecen en el recuerdo son los de Van Morrison, Aztec Camera, Eric Burdon, Kevin Ayers, The Long Ryders o The Chieftains. Y cómo otros, los de esa atribulada patraña del efímero éxito masivo en ventas amañadas o del “para todo el mundo” (mentira extendida con la mendacidad de una supuesta verdad universal), viven un ganado olvido en esa mente-en-blanco de aquellos para los que la música no representa en sus vidas más que un sordo ruido de fondo.

MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 19 de julio de 2015