Iván de Santiago es abogado, escritor, perito calígrafo y grafólogo. Diplomado en lengua italiana. Máster en Mediación Civil y Mercantil. Profesor de Formación Profesional para el empleo y profesor universitario. Ha publicado ocho novelas (La estancia dormida, El joyero de la abuela, Conclusiones definitivas, Talio, Lágrimas de Chopin, 37 horas de mayo, Allá dónde estés y Anuntio vobis), además de participar en diversos volúmenes colectivos.
-¿Cómo son tus días de confinamiento? ¿A qué dedicas todas las horas por delante del día?
Podría decir que entre Bécquer y Poe, y quedaría estupendo, incluso romántico, pero sería incierto. Navegando entre Decretos del Gobierno que llegan como tormentas, un poco de cine y mucho de Padura, al que releo con fruición, pues quizá necesito el recuerdo de esa desvencijada Habana para acostumbrarme al paisaje desvencijado que, según temo, nos encontraremos al regreso.
-¿Cómo es el lugar donde vives?
Un piso bonito, con luz, pero no distinto al de muchos. Cuatro personas, con mis dos hijas, confinados en 80 m2. Tengo la suerte de tener un piso vacío que mi querida (sin sorna) suegra compró unos días antes que el mundo se parara. No le dio tiempo a amueblarlo y lo hemos convertido en zona de juegos, de bicicleta estática y de vermouths en la terraza. Esas pequeñas cosas nos están salvando de la rutina.
-¿Qué es lo que más añorado hacer en estos días y lo que menos?
Tengo que confesar que los días me pasan más rápido ahora que al comienzo. Es como un proceso vacacional, en que los últimos días vuelan. Echo de menos el abrazo de la familia, como todos, y tomar una cerveza en el bar con los amigos. No echo de menos a mucha gente que ahora comenzará a comprender lo fútil que es todo esto que vivimos, como el mundo líquido de Zigmunt Bauman y comenzaremos a valorar muchas cosas que la realidad del tiempo que vuela nos estaba robando sistemáticamente.
-¿Crees que habrá un "antes" y un "después" tras este confinamiento?
Sin duda. Lo hubo en 2008 y allí sólo hablábamos de dinero, que acabamos de comprender que no es lo más importante. Con mucho o poco dinero se está muriendo la gente, y con mucho dinero se pueden comprar mascarillas o respiradores en un mercado persa saturado e insuficiente. Habrá un después y quiero pensar que será distinto porque será mejor. Debe ser eso del optimismo irredento que llevo dentro, al menos, según mi mujer.
-¿Qué será lo primero que harás cuando se acabe el confinamiento?
Caminar por Oviedo. Volver al Parque de Invierno, disfrutar de las calles con gente y con ruido. Tomar una botella de sidra, comprar unas moscovitas, pararme a oler el Campo San Francisco, ponerme una corbata sin renegar de ella... e intentar ver la primavera, que otros años nos quitó el trabajo y esta vez nos hemos dado cuenta que hay que disfrutar porque lo que pasa, no vuelve.
Y seguir leyendo y escribiendo. Creo que los escritores, de lo poco que podemos hacer, es dejar testimonio de todo lo que vivimos, o quizá mucho más, en tiempos tan difíciles como estos.
MANOLO D. ABAD