lunes, 30 de diciembre de 2019

Elogio de la solidez

 Crítica. Música. -ELOGIO DE LA SOLIDEZ”


ALFREDO GONZÁLEZ
La Salvaje, Oviedo.
Viernes, 13 de diciembre de 2019.

En estos tiempos extraños donde prima la apariencia superficial sobre la honestidad, siempre es reconfortante encontrar autores que eligen el camino del maratón al de un sprint bobo a la busca de un reconocimiento tan instantáneo como efímero. En esa tesitura, siempre es un placer disfrutar de conciertos de artistas con la personalidad de Alfredo González, que ha ido construyendo a lo largo de los años un cuerpo creativo sólido y repleto de matices.


El de Turón llevaba mucho tiempo sin visitar uno de los escenarios emblemáticos de la capital asturiana y, ciertamente, se le echaba de menos, en esa distancia que proporciona La Salvaje (si no me equivoco, con esta denominación aún no se había estrenado, la última vez había sido en una desoladora noche en La Antigua Estación) y acompañado por una compacta y fiable banda, el Flaco mostró sus virtudes alejadas de esos espectáculos infantiloides, pasto de una época absurda donde sustituyen a la convicción de aquellos que apuestan por los sentimientos hondos, de quienes prefieren la hoja perenne a la caduca de un titular facilón, esperpéntico o freaky.


 “Afluentes”, su sexto trabajo, era el argumento de su comparecencia con un grupo que otorgaba matices y fuerza, pero, en realidad, supuso toda una reivindicación de su trayectoria ante la olvidadiza memoria de esos más predispuestos a abrazar la ligereza coyuntural y desdeñar el trabajo continuado a lo largo del tiempo. Ahí, puede presumir González, recordar clásicos absolutos como el imprescindible “Retruque”, o acercarse a nuevas piezas que permanecerán como “La escalera” o “El punto del empate”, para rematar un concierto bien alejado de imágenes vacías, huecas. Con el rastro de esas canciones que se apoderan de ti para acompañarte en esos momentos de zozobra o de alegría, de los sentimientos verdaderos en una palabra.



Frente a las vanas “personalidades” que son sólo pomposos atrezzos para relleno de vacíos informativos, nos quedamos a salvo de tanta contagiosa estupidez reinante con los músicos que nos insuflan verdad y vida. Alfredo González es, sin duda alguna, uno de ellos,

MANOLO D. ABAD
Fotos: M. D. A.

martes, 24 de diciembre de 2019

Lauren García escribe sobre "Ahora que ya somos solo silencio"




Manolo D. Abad, hombre de pasiones irredimibles, que sabe de la militancia cultural como una constante y un apego a un modo de vida, no a una caducidad de fama de quincalla. Escritor de novela negra y relatos, columnista de los que se queman los dedos en el fogonazo y, sobre todo, crítico musical de oídos muy despiertos.

Tenía una asignatura pendiente con la literatura: la poesía. Y con "Ahora que ya somos silencio" ha cumplido ese pacto, tan caprichoso como inabordable. Lo ha hecho cuando los poetas sienten ese destierro que empuja a los vértices de la escritura: el del desarraigo.

El termostato del corazón tiene ascensos y descensos fulgurantes, las pulsiones que se disparan y abrigan sentimientos, como los que cobija Manolo D. Abad en este libro, con las coincidencias y desencuentros del azar inexplicable, paralizando la literatura.

Parte irrenunciable de la educación sentimental de nuestro escritor son un diafragma de canciones, elegidas con tiento de selecto discjockey y que soportan la estructura de este libro. Poemas y canciones enlazando con la franqueza. Un hábitat musical que envuelve todas las propiedades de un resistente, la banda sonora suprema de la supervivencia.

Cada canción aborda un estado de ánimo que se aventura por sus notas, una comunión de la que el poeta saca partido para acompasar a la soledad, para continuar de pie el camino. Consigue en esa dualidad que nos sintamos cómodos ante la desventura, mientras nos enseña el desgajo de la brecha.

En estos poemas, el mismo discurso que entabla un diálogo con las pérdidas, acentúa las preguntas, la hermosura flagrante de un flash fugitivo. Un poemario que, más que ser de temática amorosa al uso, es confesional con el desarraigo, del que hablábamos antes, y sus consabidos baches, con una puesta de mirada donde termina el horizonte. Manolo habla en primera persona, pero con un "yo" que se desdobla, nada acaparador, consciente de que la poesía es saber desnudarse, todo un escritor errante con la compañía de la lluvia. Estamos continuamente pagando nuestra deuda con el sentimiento, maldiciendo la suerte, elevando la voz como un timbre telefónico. El "tú" es el destinatario de "Ahora que ya somos solo silencio", que flota en las páginas, una carta encomiable, alzada sobre el olvido que es un mensaje de amor azorado, sin esperar, en primera instancia, la respuesta como propósito inminente.

Aquí reside el poder de la palabra que se alza cuando perdemos a nuestro interlocutor y se difumina en las rendijas del alma, la evocación continua de estos poemas pertrechando la herida. El viaje de la vida, que no conoce el regreso, nos invita a tiznar la melancolía.

Las lágrimas, que caen como una lluvia de rosas, de las que habla Manolo D. Abad, son el veraz testimonio que asombra en este libro y que el kector recogerá: asentir y disentir del silencio.

LAUREN GARCÍA



viernes, 20 de diciembre de 2019

7 Maneras de ver el negro

A partir de la obra de Oliver Montesinos, siete escritores ofrecimos nuestra visión. Aquí os dejo la mía.

MÁS NEGRO QUE CUALQUIER TRISTEZA

Vuelves a caer en el pozo oscuro de tu mente. Un sueño peligroso del que no puedes salir. Un viaje donde no encuentras el camino de vuelta. Otro cruce de caminos más. Frente a ti, una extraña figura, como una sirena, parece llamarte, al principio de uno de los tres senderos a elegir. Esa sonrisa no abre ninguna puerta ni esperanza, porque ya no hay sirenas, sólo figuras inalcanzables o prohibidas. Se ríe de ti, como ese inacabable túnel por el que vuelves a caminar a tientas tras haber elegido la ruta más lejana y pedregosa. Al final, no hay luz sino la tenue oscuridad que parece devorar un incipiente amanecer que esboza algo parecido a un atisbo de cambio. Pero sólo es una migaja de misericordia de quien contempla tu triste estampa embutido en ropajes oscuros. La realidad se empeña en engañarte mientras se burla de ti, con los colores arco iris de un nuevo día para que todos puedan celebrar excepto tú. Condenado a decaer lentamente, observas cómo una mariposa apura su último vuelo, tratando de alcanzar la mayor altura de su corta vida de fulgor. Y, entonces, despiertas. Un día más.


MANOLO D. ABAD





Hoy en Oviedo


jueves, 19 de diciembre de 2019

Ovidio Parades escribe sobre "Ahora que ya somos solo silencio"




Empezaré por el principio, que es por donde siempre hay que empezar. El principio de esta historia comienza en mi estudio, de madrugada, hace unas pocas semanas. Manolo Abad estaba a punto de publicar este libro "Ahora que ya somos solo silencio", su primer libro de poesía, y aquella misma mañana me había enviado los poemas para conocer mi opinión. Le agradecí el detalle porque aprecio a Manolo y porque él sabe que no he perdido un ápice de esa inquietud lectora que a casi todas las personas que escribimos nos atrapó siendo muy jóvenes. Pero esto, como sabéis o podéis imaginar, también es un arma de doble filo y una responsabilidad. Sobre todo, si el libro en cuestión no te gusta. Tengo que decir que partía de una buena base: me gustan los libros que Manolo ha escrito hasta la fecha, sus textos periodísticos, esas colaboraciones en diferentes medios que llevo leyendo desde hace años. Me gusta también su manera de entender y posicionarse en el mundo, no importa que sea en un papel de periódico o revista, en un libro o en una red social. Esa manera de hablar claro y escribir con la pasión de quien tiene algo que contar y lo va a contar caiga quien caiga y aunque se derrumbe el mundo, que, viendo lo visto, cualquier día de estos se derrumbará al fin y nos pillará, estoy seguro, escribiendo. O protestando contra alguna de esas injusticias que nunca faltan, que también puede ser.
Pero vayamos a lo que hoy nos ocupa, los poemas. Leí aquella madrugada este puñado de poemas y sentí de inmediato lo que siempre espero de un buen poemario. Nudo en la garganta. Inquietud. Temblor. Cierto desasosiego. Todas esas sensaciones que llevan implícitas las miserias y las grandezas de las que somos capaces los seres humanos. Cuando respiramos, cuando reflexionamos, cuando tomamos una decisión, cuando amamos. Manolo había escrito sobre el amor. Hay muchas clases de amor, ya lo sabemos. El amor que te eleva, que te machaca, que te deja sin palabras, que te hace aullar por una calle desierta o repleta de gente, por una playa, por un acantilado, por un bosque. El amor después del amor. El desamor. El amor sin vuelta atrás. El amor erosionado, devastado, agotado. Todo ese vacío. El amor enredado en la música, como no podía ser de otra forma viniendo de un autor que tanto ha disfrutado con ella, que tanto ha escrito sobre ella. De esa clase de amor trataban aquellos poemas. Estos poemas, desgarrados y brillantes, atravesados por una música interior que da sentido al sinsentido de la derrota. También trataban del silencio, como apunta el magnífico título, en el que se convierte a veces el amor. De ese silencio sobrecogedor, “cercano a la muerte”, por utilizar una expresión de Marguerite Duras, que tanto habló del amor y a la que tanto seguimos queriendo. De ese silencio que, después del amor, de agotar todas sus posibilidades, vueltas y más vueltas, transforma a sus protagonistas en seres casi fantasmagóricos. Dos amantes que, ya por separado, como en el final de una película o una balada triste, se pierden en la niebla, en la oscuridad, en lo más denso del bosque, en lo más profundo del silencio. Dos amantes que se quedan, ya para siempre, a la intemperie. Con sus reproches, con sus cicatrices, con sus tiras y aflojas, con sus recuerdos. Con todo ese bagaje emocional.
Y sin embargo, pese a ese frío que corta en cada poema, queda reflejada la experiencia vivida de esos dos amantes, que pudimos ser usted y yo, que podemos ser usted y yo. Y queda la sonrisa, esa sonrisa que ni el miedo ni el dolor ni la pérdida borrará de nuestros labios. “Sonreír”, escribe Manolo, “a tantos adioses/ a tantos silencios/ a todo el vacío”.
Queda un poemario fabuloso que os animo a leer. El poemario de un hombre que sabe de qué va todo esto. Y, aún con rasguños y libre de ataduras, nos los muestra con estremecimiento y desnudez.
OVIDIO PARADES



domingo, 15 de diciembre de 2019

Magia eléctrica sensorial


Crítica. Música. -
Magia eléctrica sensorial”


JOSEBA IRAZOKI
La Salvaje, Oviedo.
Sábado 7 de diciembre de 2019.

Llegaba el músico navarro al recinto ovetense tras dos días de fastos, de celebración gozosa del 27º aniversario de La Plaza de Gijón en la sala Albéniz, con las expectativas por todo lo alto. Al menos, de un reducido grupo de público que sabe de las virtudes de un guitarrista excepcional, en estado de gracia y capaz de mostrar una paleta de sonidos multicolor trascendiendo todo tipo de fronteras en lo musical. Una gozada para quienes deseen empaparse de una propuesta inusual en un panorama encorsetado y previsible, que nos devuelve a unos tiempos – aquellos en que la etiqueta era “alternativo” o “underground”, no un “indie” que hoy no es sino el trasunto del más rancio “pop-rock” de los ochenta – donde nos sorprendíamos con la mezcla inteligente de estilos e intenciones.



Hoy, son otros tiempos, sí. Y la tecnología ayuda a que los loops de guitarras puedan permitir a un artista con mayúsculas expresarse con todo su arsenal de ideas y sentimientos. Hartos ya del sobe de la palabra, del abuso cantautoril de famélica expresión musical, enfrentarse a una aventura sensorial con la guitarra – con los loops, “las guitarras” - como guía, resulta uno de los viajes más estimulantes que uno puede encontrarse para delicia de paladares deseosos de experiencias alejadas de todo convencionalismo.


Todo un recorrido por sensaciones eléctricas donde se derriban las barreras estilísticas para aunarlas en un concepto que no conoce más límite que la libertad creativa. Descubrir la expresión de la guitarra, sumirse en un mundo donde volar sin miedo a caer.


Asumir esos parámetros, supone sumergirse en una atmósfera cargada de todas las virtudes que la electricidad guitarrera enfilada hasta las últimas consecuencias, hasta el último gramo de expresión en el filo de cada cuerda, puede ofrecer. Embarcarse en este viaje, lírico, en ocasiones; catártico, a veces; pleno de sensaciones, es una experiencia que pocas veces hemos podido disfrutar. Un camino personal, culminado con un párrafo del “Marquee Moon” de Television en su necesario tramo último, sólo apto para quien sepa la indeleble recompensa que les corresponde a los audaces.

MANOLO D. ABAD
Fotos: M.D.A.


miércoles, 11 de diciembre de 2019

martes, 3 de diciembre de 2019

"Miedos", hoy en Oviedo


Hoy, en Oviedo, se presenta el libro colectivo "Miedos" en la Librería Cervantes a las 19:00 h. Intervienen: Gema Fernández, Jose Yebra, Josefina Velasco y Manolo D. Abad.



"Ahora que ya somos solo silencio" en el programa "Pieces" de RPA

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lunes, 2 de diciembre de 2019

Hoy en Avilés