“Exorcizando a la Copa”
Cualquier oviedista sabe que el torneo de Copa nunca
ha sido propicio para los colores azules. También todos saben hasta qué punto
resulta fundamental cuadrar las cuentas en esta competición, lo que implica no
verse apeado en la primera ronda. Hace un par de meses, el consejero Fernando
Corral me comentaba los esfuerzos para conseguir que la economía funcione. Pues
bien, el encuentro del miércoles deparó muy buenas noticias en todos los
frentes: el económico, el futbolístico y el de una afición que volvió a
responder con siete mil setecientas cincuenta y un almas en un Carlos Tartiere
que sigue conservando un estupendo césped.
Pero atentos: la maldición de la Copa sigue ahí,
presente. Rebuscando en la historia tratando de encontrar el origen de este mal
fario, me encuentro con lo que pudo ser el arranque del gafe. Fue en la primera
temporada del Real Oviedo en la Primera División (1933-1934). El conjunto azul
se plantó en semifinales contra el Valencia. En el encuentro de ida los azules
se impusieron por 0-2 en Mestalla. Todo parecía a favor de cara al partido de
vuelta en Buenavista, pero ocurrieron varios hechos que conducirían a la
derrota y al inicio de este infortunio. El entrenador -Emilio Sampere- decidió
reservar a Gallart, mientras los chés acudían con un cuadro de reservas. Por su
parte, la directiva azul, aprovechando la euforia, decidía subir una peseta el
precio de las entradas, lo que motivó que la afición se negase a pagar un duro
y apoyar al equipo en aquel partido histórico. Gradas vacías, relajación azul y
victoria valenciana por 1-3, siendo, además, la primera derrota oviedista en
esa temporada. Y así, desde 1934, el Real Oviedo ha de padecer la Copa como un
mal obligatorio que siempre acaba con cualquier ilusión de trazar un buen
camino.
Se cumplen ochenta años del mal fario, del
acontecimiento que ha generado tardes y noches de desilusión en la parroquia
azul, y parece que, quizás, esta sí pueda ser la ocasión de acabar con todo
gafe. Aunque cueste desprenderse de este tipo de maldiciones y si no, que se lo
pregunten al Benfica que arrastra ocho finales europeas consecutivas perdidas
desde que Bela Guttman marcase su sentencia a los lisboetas.
De momento, el conjunto dirigido por Sergio Egea se
planta en tercera ronda por esos caprichos de las normas competitivas y hasta
octubre no habrá que volver a sacar los fantasmas de 1934. Confirmó su pase con
un 4-0 nítido, con un juego fluido, dotado de verticalidad, con buenas entradas
por las bandas, presencia brillante de chavales del filial como Diegui –gran partido-
, Óscar y Lucas, y aportes muy interesantes de los no habituales, desde un gran
Gorka Magunazelaia embutido en negro de pies a cabeza (una debilidad personal
los guardametas en ese color y que me perdone Esteban) hasta un activo y goleador
Sergio García. Todos los ingredientes para que este domingo el Nuevo Tartiere
vista sus mejores galas y que la buena línea continúe y enganche cada vez más. Con
prudencia, sí, pero también con el siempre necesario optimismo.
MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: PABLO LORENZANA