Vetusta Blues. –
“El Caganet del Tartiere”
Supongo que todos conocen la figura del “caganer”,
presente en muchos belenes de Cataluña y Valencia. El “cagón” se suele esconder
en un rincón, tras un arbusto, agachado y haciendo sus “necesidades”. Pues
bien, en estas últimas fiestas mateínas hemos asistido al nacimiento de una
nueva variable: el “caganet”. Se trata de una mezcla del clásico “caganer” al
que le ha salido el apellido “net” por desarrollar su actividad no en los
belenes sino en las redes sociales, en internet.
Por si aún no lo conocen, el lamentable sujeto
protagonista de esta historia es un individuo -trabajador en la producción de
la Carpa de La Ería- que aprovechó las redes sociales para fanfarronear ante
sus amigos gijoneses, langreanos y avilesinos de que había hecho “popó”
(literalmente) en el vestuario del equipo oviedista en el Nuevo Carlos Tartiere.
Aprovechando que le habían dado las llaves del campo, utilizado para que los
artistas de esa magna obra de la arquitectura que es la famosa Carpa donde se
desarrollan los grandes conciertos de las fiestas, Álvaro Wilma que así firma el
“Caganet” se convirtió en el ridículo protagonista de las fiestas. Resulta
terrible comprobar cómo un individuo pagado por la ciudad ofrece como
espontánea contrapartida este tipo de servicios. Lo que no sabía este sujeto es
el efecto beneficioso que, de cara a la suerte, tienen los excrementos. No en vano, la gente del
teatro suele desearse “mucha mierda” (con perdón) en lugar de “mucha suerte”.
El equipo de fútbol ya ha comprobado sus efectos benéficos al romper el
maleficio de los partidos en casa en plenas fiestas. En el día de San Mateo, el
cuadro dirigido por Sergio Egea firmó su mejor encuentro y derrotó al entonces
líder por cuatro goles a cero.
Quizás la ciudad deba contratar los servicios de
Álvaro Wilma, el Caganet del Tartiere, para desatascar la situación de la Plaza
de Toros de Oviedo. Que haga una de sus incursiones -él que se vanagloriaba en
su mensaje de twitter de que sus planes para conquistar la ciudad avanzaban- en
el ruinoso edificio, que se cae mientras la atribulada e inoperante Comisión de
Patrimonio sigue jugando al tenis de mesa consigo misma sin tomar la decisión
que esperan todos los ovetenses. Porque un espacio para grandes actuaciones
musicales y otro tipo de macroeventos sigue siendo crucial para la ciudad. La
Carpa de La Ería, que se erige con cierto orgullo por esos que se manejan como
tiburones en las procelosas aguas de lo público y de lo privado para devorar
sin piedad, no es sino un postizo, un remedio de emergencia que nunca debería
convertirse en costumbre y sí ser sustituido por un emplazamiento decente y
acorde con los tiempos en los que vivimos.
Y, mientras todo esto ocurre, unos señores volverán
a reunirse en diciembre –fecha de la Comisión de Patrimonio- para no decidir
nada sobre la Plaza de Toros y seguir penalizando a Oviedo y a todos los
asturianos sin un espacio adecuado para poder disfrutar de macroeventos.
MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el sábado 27 de septiembre de 2014