Crónicas de Vestuario. –
“Fiesta mateína azul”
No acostumbran a ser muy propicias para los colores
azules las fiestas patronales de la ciudad. Sin embargo, en el día grande de
San Mateo, el Real Oviedo se ha exhibido en un partido completo para desarbolar
por un elocuente 4-0 a un Guijuelo que venía como líder y se marchó entre injustificadas quejas de mal
perdedor.
Los chacineros comenzaron al límite del reglamento,
a más velocidad que Soldier, los recientes vencedores del concurso Oviedo Rock,
con malos modos que acabaron en una tangana monumental de la que el
desafortunado árbitro Pardeiro Puente no quiso saber nada. Parecía que nos iba
a tocar un encuentro bronco y desagradable donde los jugadores del Guijuelo
consiguieran neutralizar de esa forma la superior calidad de los azules. Pero
no, los planes se le torcieron a Fernando Estévez, el entrenador de los
visitantes, gracias al gol de Generelo, en otro gran remate de cabeza tras un
córner excepcionalmente botado por Susaeta. Era el minuto 10 y los hasta
entonces líderes tuvieron tiempo para rehacerse. Pero el once azul, que
estrenaba patrocinador, no les dejó respirar, con un trabajo y una entrega de
todos en la faceta defensiva y mucha intención, como siempre, en el ataque. Así
llegó otra de esas asistencias para hacer sonrojar a cualquier central, en este
caso de Jon Erice, que dejó solo a un Linares que no suele perdonar. Ni fuera
de juego ni excusas, Sr. Estévez, sólo una jugada magistral, hermosa. Y que
alguien me explique qué pretendía hacer Garabato tras encajar el gol y salir
corriendo tras el delantero centro azul. Misterios de un Guijuelo al borde de
la histeria y no precisamente la que popularizara Tino Casal.
Tras el descanso quedaba rematar la faena y
aplicarse a la labor. Lo consiguió el conjunto oviedista con momentos
brillantes, de fútbol incluso preciosista ante un equipo chacinero, más
preocupado por los malos modos e incendiar alguna batalla que por jugar al
fútbol. Los taconazos de un excepcional Héctor Font terminaron por exasperar al
equipo salmantino que sólo esperaba que la tortura –un baño futbolístico en
toda regla- terminase de una vez.
Se rompe así esa tendencia del equipo azul de aguar
la fiesta mateína a los suyos. Quizás algo habrá tenido que ver la lamentable
hazaña de ese técnico de producción –Álvaro Wilma- que se jactó de haber dejado
sus excrementos en el vestuario azul a principios de la semana. Pobrecito, no
sabía el dicho que los teatreros suelen decir para desearse mucha suerte y
gracias a su barbarie de cafre ha contribuido a romper maldiciones. Ahora ya en
serio, este equipo navega con pulso firme y ya de líder, pero muy conscientes
de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad. A seguir así de bien,
con humildad, talento, fe y trabajo.
MANOLO D.ABAD
Reportaje fotográfico: PABLO LORENZANA
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el lunes 22 de septiembre de 2014