Vetusta Blues. -
“Llega la lluvia”
Llueve
en la ciudad y el escenario comienza a teñirse con tonos de gris.
También resurgen problemas que permanecían ocultos por el buen
tiempo. Los socavones de la calle Hermanos Pidal empiezan a acumular
un agua que se expande por doquier. Lo mismo sucede en la Losa, ya
sea en sus aceras, repletas de esas baldosas-trampa a las que ya les
dedicáramos varios artículos hace meses como en el propio paso de
peatones previo a la calle Tito Bustillo, donde el agua sigue
acumulándose pertinaz y hay que permanecer atento si uno no quiere
ser duchado por algún vehículo al que le dé por pasar a una
velocidad mayor de la permitida.
El
suelo que pisamos en Oviedo cambia. La atmósfera se limpia con la
bendita lluvia, afortunadamente. Los estorninos ya han desaparecido
del Campo de San Francisco y hasta se puede escuchar nítida la
fuente del estanque de los patos en días desiertos como el de Reyes.
Y son las aceras una de nuestras preocupaciones: unas por
resbaladizas, otras por mal asentadas, algunas por empaparnos al
pisarlas... Uno no sabe qué es lo que sucede con esto de las
baldosas. Deberían estar preparadas para una ciudad como Oviedo
donde la lluvia es algo tan frecuente. Pero no sucede así. Se
despegan, son deslizantes, a veces incluso en unos pocos metros
observamos todo un catálogo de colores y superficies distintas.
Pensando en planes que requieren ciertas urgencias, bueno sería
facilitar el paseo, aunque sea bajo la lluvia, de los ovetenses.
Oviedo es una ciudad concebida para perderse en sus calles y
alrededores en largas y tranquilas caminatas. Sin embargo, atravesar
ciertas zonas supone lanzarse a una especie de gymkana con todo tipo
de obstáculos. Y esta vez no me refiero a los fono-zombis que
caminan haciendo eses o esa gente que encuentra un extraño placer en
chocarse con el resto de viandantes, no. Son esas baldosas-trampa,
las obras mal terminadas o responsables de destrozos que luego no se
reparan, las que transforman un paisaje urbano que debería mostrarse
bien adecentado.
Tanto
se habla del turismo y apenas se repara en el aspecto de nuestros
suelos y aceras que casi parecen tratarse de inexistentes espacios
ficticios. La ciudad precisa atención y ciertos cuidados básicos.
Bien harían muchos de los responsables de Oviedo en patearse sus
calles y observar algunas de estas carencias, incluso empaparse de
agua tras pisar alguna baldosa-trampa y, quizás entonces, ponerse
manos a tan necesaria obra.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el 8 de enero de 2016