“A Zita, in memoriam”
El jueves
12 de noviembre de 2015 el cáncer se llevó a Zita Alonso. Es
probable que muchos de ustedes no la conociesen, pero todos aquellos
que, desde mediados de los 80 vivimos el rock en Oviedo, nos sentimos
golpeados por su muerte. Algunos tuvimos el privilegio de conocerla
personalmente, de ser amigos suyos. Zita no era una estrella del
rock, pero lo había vivido con tal intensidad y brillo, que su luz
refulgía como si lo fuese. Ella era rock. En el ambiente de ese
mundillo, ella era referencia con mayúsculas. Al contrario de lo que
se le supone a ciertas estrellitas y estrellones, Zita era generosa,
alegre, con una radiante sonrisa y una vitalidad que contagiaba hasta
en los días más pesarosos.
Desde su
edad adolescente, Zita fue testigo de la noche rockera ovetense,
primero desde la barra del legendario Factory. Allí coincidió con
Poch, el que fuera líder de Derribos Arias, del que contó a Carlos
Rego diversas aventuras de sus meses en Oviedo que aparecen en su
reciente libro “Derribos Arias: licencia para aberrar” (66rpm), y
que Zita no podrá leer. También de aquella época gloriosa de la
movida de mediados de los 80, le vino ser conocida por grupos como
Los Rebeldes, Desperados o, por supuesto, Ilegales. Muchos quedaron
prendados de su belleza y buen rollo, en una amistad que perduraría
durante toda su vida. Conoció el roll del rock, lo amó y transmitió
su pasión a todos aquellos que tuvimos contacto con ella. La
historia se nutre de pequeñas grandes historias de gentes que no
acaparan los focos de la primera fila pero siempre están ahí, como
testigos esenciales. También probó con su cafetería Récord,
aunque su gran ilusión, quizás la mayor de todas, era impulsar una
revista que reuniese todas las inquietudes creativas que formaban
parte de su mundo junto a su inseparable hermano Eloy.
Proyectos
e ilusiones que no pudieron realizarse por culpa de una enfermedad
que la arrasó en menos de un año. Su luz no se quebró ni en sus
últimos días, a la espera de un desenlace cruel con alguien que
siempre logró comunicar la energía del rock.
No llovía
en Oviedo en la mañana del viernes cuando la incineraron. En la
ciudad, en sus amigos, en quienes sentimos y vivimos el rock ya había
suficientes lágrimas. Sólo pude encontrar el modo de frenarlas
escribiendo este pequeño recuerdo, de su pequeña gran historia.
Como cantaron La Frontera -¡otros de los suyos!- “Volverán los
buenos tiempos”… Pero no serán lo mismo sin ti, querida amiga
Zita, aunque estamos seguros que tu espíritu vivirá en cada acorde
de rock que suene en la ciudad con la misma pasión que tú sentiste
por esa música.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el miércoles 18 de noviembre de 2015