Crónicas de Vestuario. -
“Intermitencias e indefinición”
Se
encontraba el Real Oviedo con un Mallorca en horas bajas, ese equipo
con el que ha librado batallas épicas, con el legendario ascenso a
Primera División en la temporada 1987-88 como recuerdo imborrable
para el sentir azul. Con Albert Ferrer -su entrenador- sintiendo el
filo de la guillotina, los bermellones acudían con un exceso de
urgencias que pronto encarrilaron con el gol de Javi Ros en el minuto
6.
El
conjunto de Sergio Egea volvió a salir dormido, sumido en un
incomprensible sueño, a un ritmo cansino que era el que le convenía
a los baleares. Sin definición en sus intenciones. Da la impresión
que el once azul desconoce sus virtudes, o no se fía de ellas, o que
es incapaz de imponerlas sobre el terreno de juego con la suficiente
continuidad como para que den un resultado positivo. A saber: los
mallorquines temblaban cuando el Real Oviedo conseguía circular el
balón y penetraba por sus bandas, con juego combinativo y
desmarques, además de las necesarias ayudas para abrir o encontrar
espacios. Así fue cuando llegaron las ocasiones, pasada la media
hora, en jugadas donde intervenían Susaeta, Peña y Aguirre.
Desenmascarada la fragilidad de los bermellones en cuanto había un
poco de ritmo, los de Egea encontraron su premio en un balón largo
que aprovechó Toché ante la pasividad de la defensa y la
precipitación del joven cancerbero alemán Wellenreuther que salió
a por uvas a tres cuartos de campo.
La
segunda mitad trajo la entrada de Cristian Rivera, joven
internacional sub-20 que está llamado a ocupar un lugar importante
en el equipo, y una mayor intención ofensiva, que pronto se
difuminó, contagiados por la parsimonia balear. La entrada de Héctor
Font por el desconcertante “guadiana” Edu Bedia -que tan pronto
aparece como se difumina- dio más posibilidades de una profundidad
que no tardó en aparecer. Acorralados en su área, los baleares se
defendieron con ahínco y cuando llegaron los últimos minutos
comenzaron la “festividad de los muertos”: jugadores caían
fulminados al suelo al menor roce (o sin toque o roce, daba lo mismo)
con la evidente intención de perder tiempo. David Costas logró
hacer méritos para ser nominado al Goya al mejor simulador, con
hasta ¡tres! caídas fulminantes y el partido se fue evaporando, sin
que la entrada de Koné aportase nada.
La
impresión final es la de un equipo indefinido -me niego a decir “en
construcció”, que ya estamos en la séptima jornada, hombre-, que
renuncia a su personalidad o no sabe valorar sus virtudes ni mejorar
sus defectos (la inconsistencia defensiva, esa falta de aplomo ante
el empuje del rival empieza a ser alarmante). Los de Egea deberían
aplicarse a pies juntillas la frase de Pierre de Ronsard: “El que
sabe conocerse a sí mismo, es dueño de sí”.
MANOLO
D. ABAD
Fotos: J.L.G. FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 5 de octubre de 2015