Vinilo Azul. -
“De cachopos, catas
y rock”
En este mundo donde
prevalece la pose al trabajo duro, la impostura frente a la nobleza,
siempre resulta un placer cruzarse con gente como Juanjo Cima, cabeza
visible de dos restaurantes en Oviedo, el Vinoteo y la Tablas del
Campillín, que recientemente acaba de recibir un doble premio: al
mejor cachopo en el Campeonato Regional de Cachopo y el especial que
otorgaba el Consejo Regulador. A uno, que hace muchos años que
conoce y sigue de cerca la trayectoria de Juanjo Cima, le alegra este
doble triunfo, merecida victoria de una persona apasionada por su
trabajo y que trata de salirse de los esquemas convencionales con sus
proyectos.
Juanjo trabajó primero
en la noche hasta que se decidió a abrir su primer local “de día”,
el Vinoteo, hace ya una década. Poco a poco fue dando forma a uno de
sus proyectos más anhelados: catas de diversos productos (carne,
quesos, yogures, vino, pescados) explicadas por profesionales y que
atrajeron a un público deseoso de imbuirse de nuevas sensaciones y
de aprender algunos secretos o trucos gastronómicos que estos
especialistas ofrecían. Con su dedicación y cariño habituales,
además de su tremenda constancia, estas catas se han convertido en
unos grandes clásicos de la hostelería ovetense. Pero él no podía
detenerse ahí. Había conseguido una clientela selecta en un estrato
de edad y quería ampliarla, dirigirse a otro público desde un punto
de vista completamente distinto. Toma así el mando de la Tablas del
Campillín, desde una perspectiva más popular pero sin renunciar a
la calidad y trabajando con gente muy cercana, de su entera
confianza. Siempre pienso en los Bad Seeds de Nick Cave, músicos de
gran talento personal, cercanos al australiano y que trabajan juntos
como si se tratase de una gran familia. Cave podría llevar músicos
de un perfil más (supuestamente) profesional, pero elige a su
particular grupo de talentos. Cima prefiere proveedores que entregan
lo mejor de ellos aunque no sean renombrados números uno, aplicando
esa vieja máxima de que más vale ser cabeza de ratón que cola de
león. Y, como él mismo resalta, llevar a cabo una de las cosas más
importantes del mundo: “poder decir que no”.
Recientemente, en
LibrOviedo ofreció otra de sus catas, que relacionó con “El
Quijote”, con vinos y platos de La Mancha, en otra original
propuesta. El público llenó la iniciativa y disfrutó de lo lindo.
La otra gran pasión de Juanjo Cima es el rock. Confiesa recordar y
ser de aquellos que grababan e intercambiaban cintas de casete con
amigos y amigas. Ahí fue cuando surgieron sus grandes devociones por
Eric Clapton, al que ha visto en concierto la friolera de ¡treinta y
nueve veces! por Pink Floyd y por Mark Knopfler y los Dire Straits, a
quienes también ha visto en decenas de ocasiones. Ríe cuando me
cuenta que una de las porteras del Albert Hall en Londres ya le
saluda inmediatamente cuando le ve. La música es el bálsamo a la
presión, el rock le permite abrir la mente y continuar su propio
camino, como cuando atravesó la Ruta 66 en un viaje que no deja de
recomendarme. Me lo imagino surcando las interminables rectas de esa
mítica vía y pensando en nuevos proyectos mientras conduce su coche
para que este Oviedo nuestro se reactive y se desperece de ese largo
sueño de un régimen que ha dejado en herencia una larga sombra de
ruina y deudas.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 5 de junio de 2016