“Más allá de Frank
Bascombe”
Richard Ford es uno de
mis maestros. Uno de esos maestros no identificados, de esos que han
dejado una fructífera semilla en algunas almas perdidas, de esos que
ni han tenido fácil las circunstancias vitales ni tan siquiera han
podido retratarlas. O, quizás, a través de los años, de la vida,
de las cartas que nos han entregado, aún seguimos empecinados en
jugarlas sin derrotarnos.
En esos días de dudas
veinteañeras nos cruzamos con Ford y nos descubrió un nuevo mundo.
Podías ser derrotado, pero salvar el honor, el de haber luchado
contra las circunstancias que se empeñaban en vencerte. Con una mano
tan sutil que no podía llamar la atención. Con clase y con
sensibilidad. La vida repartió las cartas, hay que jugárselas con
tacto y nunca caer en el fondo del pozo. Por encima de sentirse
ganador o perdedor, hay un límite que nos está vedado. Y ahí juega
la sobriedad formal de un Richard Ford que retrata a supuestos
perdedores con un hilo fino -ese que no juzga- mientras no se retrata
a los vencedores con la pátina brillante y hueca. Sobrio, con una
capacidad para envolver el relato, llevado hasta la más pura
destilación de elementos superfluos, y conseguir enganchar sin
desprenderse de la más mínima coma a partir de ese punto de
partida.
En “Un trozo de mi
corazón”, en “La última oportunidad”, en su libro de relatos
“Rock Springs”, se salía del estereotipo de gran narrador de la
gran novela americana, e incidía en esos seres derrotados que
pueblan páramos desoladores, en esos denominados perdedores
jugándose su última carta en un limbo donde sólo cabe la derrota.
Gran narrador de cuentos (prefiero relatos), alcanzando una maestría
equiparable sólo con clásicos como Carver, Ford es uno de esos
narradores que esconden tras su primer caparazón un montón de
recursos que ni él mismo es capaz de desentrañar. ¡Uno de los
mejores premiados al Princesa de Asturias!
MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el jueves 16 de junio de 2016