Crónicas de Vestuario. -
“Deshonor”
Iba a ser un día de
balances y, quizás, también de análisis, de hacerse preguntas
sobre cómo todo pudo torcerse en este nefasto último tercio de Liga
a las órdenes de David Generelo Miranda. Pero no, aún quedaba un
nuevo capítulo para rematar la tragedia, algo que en una historia
plagada de grandiosos episodios y protagonistas de la grandeza de
Lángara (sí, ese que vistiendo la Roja le endosó un par de goles
delante de las mismísimas narices de Hitler como un Jesse Owens del
fútbol) no sería de extrañar y que, posiblemente, la engrandezca
aún más en el futuro.
Optó por renegar de
todos los protegidos el meritorio pacense, como queriendo solicitar
un armisticio. Que la grada no gritase, que nadie se enfureciese.
Abrazar la posibilidad de una despedida agridulce. Pero los planes
del entrenador de la “L” de autoescuela se volvieron a trastocar
una vez más. Arrancaron dubitativos, con desahuciados como Omgba
dejándose la piel -no como un Edu Bedia, más conocido por sus
“hazañas” nocturnas que por lo ofrecido en un terreno de juego-
y dos chavales de la cantera saboreando titularidad (el incisivo y
bullidor Viti Rozada, elegante Héctor Nespral) junto a símbolos
recuperados (Esteban, Cervero) que acabaron por asentarse hasta que,
en los mejores momentos azules, llegó el gol rojillo tras un
monumental error de Dani Bautista. El peso de tanta decepción, de
tanto dolor contenido, acabó por estallar como una mecha en las
gradas.
Generelo, mal aprendiz en
retirada, optó por frenar los gritos de la grada en el segundo acto:
entraron Peña y Josín por Dani Bautista y Josete. Pero la tragedia,
griega diría, seguía implacable su castigo, el que merecían los
principales responsables y que caería con distinta suerte sobre
ellos: uno, ya lejos, “premiado” con un nuevo y jugoso contrato
en el Levante; otro, de reunión en reunión -esperemos que
fructífera- teniendo que tomar unas riendas que había entregado a
un director deportivo como Del Pozo para que le sustituyese en una
responsabilidad de la que se borró; por último, unos jugadores
caprichosos, más interesados en correrías de todo tipo que
alcanzaron la titularidad a través de un títere que se plegaba a
quien, finalmente, le impulsó a un cargo que le quedaba demasiado
grande.
Recordé el debut del hoy
entrenador Paco Fernández, un 4 de marzo de 1985, con diecisiete
años, en un 8 a 0 ante el Lorca, donde firmó en el minuto 87 el
octavo, y lamenté que el pobre Josín ni siquiera tuviera un abrazo,
una caricia, la más mínima señal de apoyo, por parte de quien
había decidido que entrase para firmar una efímera y muy amarga
presentación. Triste, muy triste, contemplar cómo el míster se
arrebujaba en el banquillo, mientras el joven debutante emprendía
camino de los vestuarios tras ser expulsado, solo, humillado.
Ya hablaremos de
balances, porque hoy sólo existe el deshonor. Y en este detalle del
joven canterano y de quien es el principal responsable, el mayor de
ellos. Urge una profunda reflexión. Recapacitar para sentar nuevas
bases y que lo de esta campaña no se repita en la próxima.
MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: J.L.G.FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el domingo 5 de junio de 2016