Crónicas
de Vestuario. –
“Equilibrio
inestable”
La Copa
del Rey le sirvió al Real Oviedo como escaparate para contemplar el
estado en el que se encuentran los jugadores menos habituales hasta
el momento en las alineaciones de Sergio Egea. La conclusión es que
hay materia prima suficiente para el tránsito en la Segunda División
a pesar de algunos síntomas inquietantes de los que hablamos hace
unos días. El rival, un Real Valladolid del que nunca nos borraremos
el recuerdo de una loca tarde en el viejo Carlos Tartiere en la
temporada 1995-1996 donde, tras uno de los descansos más largos que
he llegado a vivir en mi existencia (cerca de extraña media hora),
el conjunto blanquivioleta se impuso por 3 a 8, con cinco goles de
Peternac y seis penalties señalados por el siempre polémico y algo
estrafalario Japón Sevilla.
Alejados
de aquella locura transitoria que tanto dio que pensar en su día y
aún hoy, la primera parte del encuentro transcurrió en un tiempo de
tanteo sin que nadie lograra imponer un ritmo de mando al partido,
decantado del lado azul por la incisiva verticalidad en la bandas de
Pablo Hervías y Aguirre. Los ovetenses tuvieron su oportunidad en
una penetración de Hervías –el jugador más en forma de los
azules sin ninguna duda- que remató Toché y se escapó lamiendo el
poste. Por su parte, los vallisoletanos tuvieron la suya en el
veintinueve de las botas de su mejor hombre en el choque: Alfaro.
La
segunda mitad se puso favorable con el penalti que se cobró un
oportuno Toché y que supuso la expulsión de Juanpe. Dos minutos
después, en el ocho, Hervías decantaba con brillantez desde fuera
del área la eliminatoria. El Valladolid se quedó groggy pero el
once azul no supo machacar. Todavía buscando el equilibrio en sus
líneas y con dudas en el mando, los escasos destellos de Edu Bedia
no fueron suficientes para que el conjunto de Sergio Egea enviara
definitivamente a la lona a los de Garitano. Llegó el gol de Alfaro
y los azules se arrugaron en un mar de dudas. Los blanquivioletas, a
la desesperada, lo intentaron ante un equipo local que no era capaz
de mandar y donde sólo la fuerza de un voluntarioso Omgba conseguía
aplacar los nervios que atenazaron a los azules. Son esas dudas las
que resultan inquietantes de cara al devenir del cuadro ovetense en
el futuro. La incapacidad de convicción de sus propias posibilidades
reales. Venciendo con claridad y ante diez contrarios no fueron
capaces de machacar. En el fútbol de alta competición, quien
perdona suele acabar pagándolo. En las postrimerías del choque,
Rubén Miño se lució por bajo, providencial. De no ser así, quizás
estaríamos lamentando el no saber cerrar un partido, el no ser
concluyentes y rematar la faena con contundencia.
Queda,
pues, en el debe del conjunto de Sergio Egea la capacidad para
efectuar una lectura de los partidos donde se eviten apuros
innecesarios. El camino es largo, muy largo, y tiempo hay para
convencerse de las propias posibilidades y sacarse de una vez ese
síndrome del debutante en la categoría. Para conseguir un
equilibrio que no sea inestable, para encontrar la fortaleza moral
para mandar en los partidos cuando las circunstancias van a favor.
MANOLO
D. ABAD
Foto: J.L.G. FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el viernes 11 de septiembre de 2015