Vetusta Blues. –
“Cien días sin piedad”
Se da por
sentado, en el juego democrático español, que haya cien días de
gracia con cada nuevo gobierno, sea cual fuere. Aunque me parece
–visto lo sucedido en estos últimos tres meses en Oviedo- que esa
cortesía va a ir quedándose sepultada (como tantas otras prácticas)
en las catacumbas de la Transición, donde se imponían diálogo y
elegancia para alcanzar acuerdos básicos. Usos del pasado muy
necesarios, casi fundamentales, que hoy parecen olvidados en virtud
de un juego político zafio y peleón.
Tras la
sorpresa del acuerdo a tres bandas de la izquierda ovetense para
acabar con veinticuatro años de régimen en la ciudad, comenzaron
ataques constantes a cada movimiento del tripartito. La artillería
se destinó, en un principio, a lanzar la hipérbole del caos: el
mantra fue que el tripartito radical traería el caos a los ovetenses
y su ciudad. Una vez comprobado que no, que la ciudad proseguía su
rumbo, desandando caminos de una privatización a mansalva,
descubriendo contratos firmados a toda prisa por el anterior alcalde
cuando se encontraba en funciones y haciéndose una idea del estado
de las cosas para aplicar soluciones urgentes, la oposición abrió
nuevos frentes de constante crítica. En muchos casos tan chocante
como acusar al tripartito por situaciones creadas por ellos: véase
la carpa multichachiguay de la Ería, que sumó un nuevo escándalo
al generar un tremendo problema de seguridad al hacerla coincidir con
un partido de Liga de Segunda División. La surrealista concejala
popular Belén Fernández Acevedo, en una de sus delirantes
comparecencias, acusaba al tripartito de unos males creados (y
consentidos)… ¡por ella misma!
Los
frentes se multiplicaron. Los miembros del tripartito tuvieron que
engrasar su maquinaria para llegar a acuerdos, flexibilizar todas y
cada una de las posturas para desenredar una maraña que atrapó a
Oviedo durante veinticuatro años. De todas partes surgían nuevos
problemas a resolver, emergencias (o no), que muchos se atrevían a
relatar cuando en los doscientos ochenta y ocho meses anteriores
habían permanecido en silencio, latentes, a la espera de una voz que
les escuchase y, sobre todo, de que se plantease una solución. Bien
podríamos transformar el título de aquella gran película de Peter
Weir protagonizada por Sigourney Weaver y Mel Gibson “El año que
vivimos peligrosamente”, por “Los cien días que el tripartito
vivió peligrosamente”.
La nueva
táctica para erosionar el gobierno del tripartito es más astuta: se
trata de buscar (alimentar, incluso) el mayor número de fisuras con
las que intentar romper el complejo pacto a tres bandas. Que si el
mandato poco fuerte del alcalde, que si relaciones distantes entre
los diversos partidos… Lo que sea sirve, dado que ya el
pseudoargumento del caos no le vale a nadie. Le preguntaba el otro
día a la taxista que me llevaba a la Lata de Zinc si ella percibía
el caos en la ciudad. Su contestación debería servirles a quienes
afilan sus garras para criticar hasta lo elogiable: “eso del caos
sólo se lo puede creer un niño de tres años, a una persona hecha y
derecha no la engañan así”. Pues, eso.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 26 de septiembre de 2015