Vetusta Blues. –
“Al frenesí mateíno”
Arrancaron
las fiestas de San Mateo 2015, los festejos híbridos donde aún
perviven los restos de un intento de torpe privatización y el modelo
clásico que había sufrido cierta persecución en los años
anteriores. Nada de todo lo que vayamos a vivir parece que servirá
de cara al futuro. Hay mucho por cambiar y uno de los emblemas de la
ciudad, sus fiestas, tendrá que ser sometida a nuevas regulaciones y
a un estudio profundo para saber cómo podrán ser en los próximos
años. Poco se puede exigir en un año donde el tiempo se ha echado
encima, en el que se debieron descartar algunos inventos y se tuvo
que mantener lo firmado apresuradamente por el “alcalde en
funciones”.
Pero
estas fiestas no parece que vayan a borrar una actualidad municipal
que se calienta por momentos. Mientras los destronados tratan de
mostrar un supuesto caos a cargo del, por ellos denominado,
“tripartito radical”, comienzan a aflorar algunos escándalos de
la antigua gestión, como el del caso Pokémon, que parece que va a
salpicar al anterior alcalde. Veremos. Caldeadas están las cosas.
Por no hablar de la Noche Blanca, que los anteriores dirigentes
parecieron descubrir al mundo –suponemos que su pequeño mundo-
cuando ya se llevaba celebrando años en media Europa. No hubo más
que destapar octubre del 34 y liarse parda para que los mantras
habituales del revanchismo (añadan un aburrido “etc, etc, etc”)
surgiesen en encendidas diatribas. Los globitos eran, sin lugar a
dudas, mejores. A mí es que esto de la Noche Blanca y el rollete
gratis siempre me recuerda a ese circo donde no cobran los payasos,
los domadores o los trapecistas y sí lo hacen los taquilleros, algo
que hemos contemplado en estos años en algunos premios de la música
y anuarios que, incluso, también se atreven, desde hace un par, con
su festiconcurso.
Toca
tomarse todos estos días con paciencia soberana, unos; con relax
reparador, otros; con marcheta desaforada, algunos. Habrá quien crea
que está haciendo una reivindicación de un dudoso buen hacer en
contrataciones de unos conciertos que bien podrían haberse
programado hace veintitantos años. Otros deberán reflexionar en qué
manos (del pasado) ponen estas fiestas donde el cambio no ha
terminado de llegar a su estructuras sino que no ha dejado de ser una
lamentable vuelta atrás. Por mucho que se hayan quitado unas reinas,
sigue existiendo un absolutista rey que se empeña en saber sin tener
ni idea y devolvernos con su caduco Delorean al pasado más rancio.
El reloj
personal nos pide pausa; el momento festivo nos invita a vadear la
noche hasta sus últimas consecuencias, a tumba abierta. Cerramos los
ojos y decimos para nuestros adentros: “Vamos allá”.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 12 de septiembre de 2015