Vinilo Azul. –
“Las canciones de nuestras vidas”
Pablo Moro me honra con
su invitación para una entrevista en la emisión debut de su
programa en RPA “Esperando que pare” –cada domingo como hoy a
las 8 de la mañana- en la que hablaremos de tres canciones
importantes en mi vida. Difícil elección para quien la música
supone un espacio fundamental en su vida. Me cuesta elegir entre
tantos temas, entre tantos momentos clavados a fuego en la memoria
que salen a la luz tantas veces con el sonido de una canción.
En sus últimos artículos
antes de morir, Francisco Umbral insistía en su idea de una juventud
perdida que se enroscaba en una banda sonora de su vida sin querer
interesarse por nada más. Poco imaginaba el gran escritor madrileño
que la situación se transformaría en algo mucho peor. La música
dejaría de suponer algo en las vidas de una gran mayoría, para
convertirse en un ruido de fondo, a ser posible reducido a un ritmo
básico donde no cabrían ni sentimientos ni memoria. Desprovistos de
ese nexo, los seres humanos han empezado a ser clones de sus propios
robots, sin ser capaces de sentir emoción, sin poder evocar la
memoria, su memoria, que es la que les devuelve a parte de lo mejor
de la vida.
Tuve que seleccionar tres
canciones entre cientos que tantas experiencias vitales me traen a la
mente. Tiempos de apuro, días de dudas, momentos placenteros,
instantes mágicos… todos aguardan una señal que abre una puerta
al compás de una canción. La soledad doliente del “Alone again
or” de Love –y la gran versión de los Damned-; un estreno en
Oviedo para contemplar en los cines Brooklyn el biopic de Oliver
Stone junto a ella enfundada en su abrigo verde al sonar “Love her
madly” de los Doors; el concierto en Londres de Nick Cave & The
Bad Seeds en 1993 en Brixton Academy, perdidos en las calles de la
capital inglesa bajo un tremendo aguacero siempre que suena “Let
love in”, que el australiano errante y sus compinches estrenaron en
vivo esa noche; el rechazo definitivo a una mujer que fue un
grandísimo error que tanto tiempo me hizo perder y tantas lágrimas
derramar una noche de concierto en el Festival de Cine de Gijón con
Six By Seven cuando escucho “Bochum”. Son sólo algunos ejemplos
personales, pero acabo por escoger “El sueño” de Nacha Pop, “Do
you love me? Part 2” de Nick Cave & The Bad
Seeds y “Slide off the end” de Black Swan Lane. En el
tintero se queda el “It´s for you” de los asturianos Traveling
Zoo, dado que el generoso tiempo radiofónico no da para más.
La canción posee esa
atadura emocional con un poder superior a la poesía, al cine, a la
novela o a la pintura. Puede reaparecer en cualquier momento, en el
más insospechado o buscarse por nuestra propia voluntad de
evocación, o incluso por la necesidad de liberar un peso emocional
que al sonar el tema elegido consigue escapar de nuestro interior.
Quizás a algunos todo esto les parezca algo ridículo, aunque lo que
debería resultarles es preocupante. Preocupante el no ser capaces de
sentir nada, preocupante el no lograr estremecerse y evocar una parte
de su propio ser, preocupante discurrir por la vida como un
insensible robot. Eso, y mucho más, nos entregan muchas canciones.
Destapar un tarro de esencias casi como esa piedra filosofal que con
tanta insistencia buscaron los alquimistas. Mientras escribo esto
suena “Make me your song” de Black Swan Lane y casi creo tener a
mi lado la visión de sus ojos contemplándome, ensimismada, a la vez
que tecleo el último párrafo de este artículo.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 2 de agosto de 2015