Crónicas de Vestuario. -
“Una final, no: el final”
¿Cómo se ha podido
tirar a la basura una temporada como la que el Real Oviedo llevaba
hasta el fatídico mes de febrero con la dimisión de Sergio Egea?
¿Cómo se puede perder un partido ante un equipo desesperado como el
Almería tras adelantarse en el marcador? ¿Cómo se van
desperdiciando, una tras otra, las oportunidades de ascenso que nos
conceden nuestros máximos rivales?
Tras este nuevo desastre
sólo queda mantener la calma. Y eso resulta una tarea ardua tras
contemplar al ciclotímico once azul, que se deja conducir al marasmo
por su total falta de actitud, por su poca cabeza y, hoy demostrado
de forma preclara, por la ineptitud total de su entrenador. Tras una
primera parte impecable donde el cuadro ovetense mandó sobre la
ansiedad de un conjunto como el almeriense sumergido en un hondo
precipicio (las caras de desesperación de sus jugadores,
desencajados, eran todo un poema), los de David Generelo se dejaron
ganar terreno, entre la soberbia y la incapacidad para solventar la
avalancha suicida de los andaluces.
Un segundo acto que había
comenzado inmejorable con el gran gol de Miguel Linares, se perdió
por los garrafales errores de un entrenador que no supo responder a
los movimientos a la desesperada de Fernando Soriano, nuevo en su
plaza, pero con muchos más arrestos que el pacense. Lanzó a su
artillería a la locura, con la entrada del experimentado Kali Uche y
Chuli y venció a la incapacidad de Generelo para leer el envite.
Empuje, fe, fuerza desmedida e incontrolada, armas suficientes para
vencer a jugadores como el desaparecido Míchel Herrero, náufrago
total en el centro del campo, o el indolente Fernández, coladero por
la derecha al que, por desgracia, ya nos hemos acostumbrado a
padecer. Falta de actitud más caos táctico convirtieron a los
almerienses en campeones de la Champions y los azules sucumbieron, de
nuevo, con un enorme estrépito, sin paliativos, entregados a sus
deficiencias de todo tipo, destinados a tirar una temporada que podía
haber sido maravillosa. Miren el vestuario del Nástic de Tarragona,
otros recién ascendidos y aprendan que sólo con convicción y
actitud los milagros pueden hacerse realidad. Bueno, eso y una mínima
dirección táctica y técnica.
Si David Generelo
conservase un mínimo de dignidad y, a la vista del repaso táctico
que le ha dado hoy otro entrenador novel como Fernando Soriano,
presentaría su dimisión. Por el bien del escudo que representa y de
la afición que está detrás de él. Basta de estos ridículos
constantes, de esta insistencia en un desastre cada vez más
insoportable.
MANOLO D. ABAD
Foto: J.L.G. FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 23 de mayo de 2016