Crónicas de Vestuario. -
“El llanto de Los Gritones”
El 14 de mayo de 2016
después del segundo espejismo en azul -el 4 a 1 al Mirandés-
escribía, ufano, el patrón Arturo Elías sobre un grupo de
aficionados a los que denominó “los gritones”. Nada he de decir
contra el patrón, quien a fin de cuentas ha conseguido meter al Real
Oviedo en el fútbol profesional, con la inestimable labor de un gran
entrenador y mejor persona como Sergio Egea. Pero, en días tan
aciagos como hoy, la vida exige decir las cosas cara a cara. Y, sobre
todo, recordar.
Cuando el mal día que
Sergio Egea dimitió, con el equipo en tercera posición, aspirando a
lo máximo, se dijo desde la dirección más alta que había que
aspirar a las dos posiciones de ascenso directo, se marcó una
frontera que, a día de hoy, señala la vergüenza y el ridículo. La
vergüenza de comprobar como no sólo no se ha cumplido el objetivo
planteado (¿fracaso?) sino que se ha conseguido destruir hasta el
hundimiento un proyecto que pintaba muy bien.
No es el momento, dicen
esos que sacan partido del peloteo, y a los que sacan los colores
equipos como el Nástic, capaz a día de hoy de lograr lo que,
supuestamente, no puede el Real Oviedo porque “no es el momento”.
Ridículo decía y ridículo añado, de ver cómo se echa por tierra
lo conseguido en dos tercios de temporada de la peor de las maneras
posibles. La inacción, el postureo, que nadie le diga al emperador
que va desnudo... Luego llegará el presidente-esfinge con un hermoso
texto en las redes sociales llamando a la épica. Demasiado tarde.
Con un entrenador con la “L” de autoescuela, que ni para dirigir
a unos alevines sirve, el camino nos abocaba a un nuevo desastre (han
sido varios). Juego de patio de colegio, táctica infame que ni para
un vídeojuego serviría. Así es el mundo de David Generelo y sus
satélites (por cierto, “asistencia” de su protegido José
Fernández en el gol del Leganés).
El proceso de
descomposición es tan grande, que la gangrena se ha adueñado de un
equipo que ya no es equipo. De un once que es una banda desorganizada
y que trata de salvar los muebles (propios) en la desbandada general.
Saca Generelo a Viti Rozada (mantén tu apellido, chaval, que Viti
sólo hay uno y fue muy grande) en un patético guiño a la grada y
nos acordamos de Esteban, de Cristian Rivera, de Cervero, de Nacho
López y, por supuesto, por supuestísimo, de Diegui Johanesson. Ahí
nos hemos dejado la esencia azul. Ahí se perdió el alma. Ahí han
comenzado los constantes ridículos, un largo final, insoportable y,
casi diría, intolerable fin. “El corazón del hombre necesita
creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer”,
decía mi admirado Mariano José de Larra. A día de hoy, hemos
comprobado que ni tan siquiera podemos creer en las mentiras. Y el
llanto de los “Gritones” exige un último gesto de misericordia
ante tanto sufrimiento: ¡David Generelo, váyase!
Reportaje fotográfico: J.L.G. FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el viernes 27 de mayo de 2016