Crónicas de Vestuario. -
“Agotados de esperar el fin”
Tenía que llegar el
momento. Ese día en que, cara a cara todo se desenvolviese. Ya está:
no hay ni la posiblidad del playoff. Aplauso para esos que bendijeron
a Carmelo del Pozo y sus tejemanejes. Aplauso también a Joaquín del
Olmo que se dejó bendecir durante algo más de una temporada por el
susodicho Del Pozo, mientras criminalizaba a otros que, simplemente,
trabajaban como se suele currar en este mundillo del fútbol.
Del Olmo no quiso ver,
obnubilado por el nefasto fulgor de Del Pozo. Aunque, al final,
prescindiera de él, en un guiño a la afición. El patrón estaba
muy lejos y no tenía por qué saber nada. Los chicos jugaron como
recordaban de las instrucciones del gran Mister Egea y ganaron 3 a 0.
El Señor Elías creyó que la herida se quedaría pequeña, sin
sangre. Poco sabía de una involución en el vestuario donde
mercenarios acostumbrados a hallar contratos lujosos en incautos
equipos ricos sacarían tajada por encima de todos aquellos que se
dejaron la piel y el alma como Esteban.
El resultado: alguien -no
el presidente ni nadie con supuesto mando- se cargó a Del Pozo,
pero, en realidad, siguió su espíritu, el de sus amigos, el de una
gente alejada del espíritu azul excepto para cobrar: David Generelo
Miranda y sus alineaciones.
Obligado por las bajas,
hasta plantó cara en la primera parte al Zaragoza, débil enemigo
que en otro momento hubiera sido arrasado con fuerza pero que, en los
días dubitativos que nos han tocado vivir, quizás debería ser un
rival a batir. Un gol tonto y se acabó. Una campaña a la basura.
¡Qué más podemos decir ante tanta frustración!
Y eso que el Real Oviedo
no ha jugado hoy uno de sus peores partidos. Ha habido hasta momentos
buenos. Pero la debilidad general es un lastre que se arrastra por
encima de cualquier cosa. Todo lo visto invita a una renovación, a
una limpieza profunda, para contagiar un gramo de esperanza a una
afición deseosa de esperanzarse. Como ese enamorado que quiere negar
a su amor. ¿Por qué me resulta tan familiar? ¿Y por qué me sigo
sintiendo tan mal?
Estamos en ese punto en
que ya no se sabe cuál es la solución. Quizás empezar de nuevo,
sin nadie o sólo con gente como Susaeta, David Fernández, Josete, y
todos los de la casa -Nacho López, Cervero, Diegui Johanesson, el
gran Esteban- y mandar al resto ( vale, salvo al magnífico Toché, a
Linares, a la clase de Héctor Font o Borja Valle, el alma de Omgba)
a la calle. Sí, que venga alguien y ponga orden.
El único balance válido
es el de que se podía haber conseguido y no ha sido posible.
Generelo, ya no le voy a pedir que se vaya porque no se va a ir. Sólo
que, al menos, tenga la dignidad de hacer una alineación por sí
mismo, no bajo la influencia “levantina”.
MANOLO D. ABAD
Foto:J.L.G.FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 30 de mayo de 2016