Crónicas de Vestuario. –
“Poder blanco”
La final de la
Copa del Rey de basket nos deparó el gran encuentro esperado: Barça vs Real
Madrid. Un Barcelona que venía al alza, recuperado y con intenciones. Si su
cuarto de final fue un paseo, la semi le puso en una órbita diferente, porque
al Valencia sólo le hace falta un poco de experiencia para llegar a lo más
alto, que gente como Doellman tome la responsabilidad en los momentos
importantes y decida. De eso el Real Madrid anda sobrado y el Barça fue incapaz
de neutralizarlo.
El Real
Madrid, valiente, sabedor del partido que el Barça iba a plantear, decidió
–quizás no le quedaba otra- vencer en su terreno al conjunto azulgrana. En la
batalla de la dureza defensiva, del básket control de Maljkovic que es la
inspiración del entrenador del Barça, Xavi Pascual. Renunciando al baloncesto
de rebote y contraataque, el Real Madrid buscó a los azulgranas en la guerra de
guerrillas y consiguió vencer. No hubo alegría en la final, aunque el
espectáculo no faltó: Dorsey se encargó de ello. Pero los blancos sabían que en
la dureza mental y muscular estaría el destino del partido. Así pudimos
disfrutar de un Mirotic que va pidiendo a Orenga estar en la gran cita del
Mundial, con una intensidad y un despliegue de virtudes que han de hacer
olvidar a Ibaka.
Decía Pearl S.
Buck que “de todos los peligros, el mayor es subestimar al enemigo”. Pablo Laso
no lo hizo. Es más, como una lección para un futuro que llegará – Euroliga,
play-offs de la Liga- decidió combatir a su rival en su terreno: en el juego
pegajoso, en un ritmo lento o cortado, en el trabajo físico, en sistemas
preconcebidos. Y venció, por los pelos, pero venció. Esta vez apareció
Marcelinho y no Navarro, pero también Draper, destacado en ese trabajo que no
da puntos en las estadísticas, pero que todos los entrenadores desean. El Barça
ha sacado fuerzas de flaqueza y ha sido un rival digno, aún a pesar de que su
maquinaria no termine de funcionar y dependa de ciertas pinceladas, un Lorbek
aquí, un detalle de Nachbar allá… Pero falta esa química que te da un equipo
como el Madrid, que fluye libre, que desatasca las situaciones peores con una
libertad que no se ve en los acartonados azulgranas. Ahí es donde radica la
diferencia: en ver a un Llull levantarse sin complejos y resolver el partido
con la convicción que sólo te otorga quien cree en ti.
MANOLO D.
ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el lunes 10 de febrero de 2014