Vinilo
Azul. -
“Días
de Cine en el Campoamor”
Leía
hace tan solo unas fechas una nueva, pequeña gran noticia para
quienes gustamos de un cine en vías de extinción a recuperar en
Oviedo: el Teatro Campoamor recuperará su pantalla de cine. Es una
buena nueva, otra más, en esta deconstrucción de la ciudad tras el
régimen que mandó en ella veinticuatro años y que borró buena
parte de la cultura que la animaba. Para quienes no gustamos de
grandes superficies, a los que el olor de las palomitas nos produce
arcadas y que aún conservamos cierta educación dentro de una sala
oscura (nada de conversaciones telefónicas desde el principio hasta
el fin de la proyección, ni de patadas en la butaca de delante, ni
otro tipo de horribles manifestaciones generalizadas por la burricie
dominante en estos últimos años), nada mejor que redescubrir como
recinto para el cine el Teatro Campoamor.
Y
los recuerdos, claro. Luego están tantos y tantos recuerdos
asociados a este emblemático lugar. Y las casualidades de la vida,
ahora a un paso mínimo de mi casa. Un lujo. Recuerdos de películas,
de muchas películas. Recuerdos de algunas mujeres, pero, sobre todo,
de Ella, como no podía ser de otra forma. Acudir a un ciclo sobre
Wim Wenders, Ella, con su rizado pelo rojo y aquel abrigo verde, yo
con mi gabardina, y no pasar desapercibidos, aunque aquello fuera lo
último que nos importase. “El Amigo Americano”, “Paris, Texas”
o “Alicia en las ciudades” no recuerdo bien. O un ciclo que se
hizo sobre el centenario del cine, que también se desarrollaba en
los Clarín. Otro sobre Lucino Visconti. Contemplar la biografía
sobre Jimi Hendrix. El ciclo sobre el Oeste. Tantos y tantos que
marcaron mi vida y mi formación y que se les negaron a otras
generaciones que tuvieron que padecer cómo el Teatro Campoamor sólo
se acotaba para esas grandes celebraciones donde primaba más la
presunción social que cualquier interés en la cultura.
Tardes
que sirvieron para nuestra formación en libertad, para no
conformarnos con estrechos círculos, tardes que pulieron nuestro
espíritu crítico. En aquellos tiempos sin internet, esos días de
cine en el Campoamor eran momentos de verdadero alborozo, aunque
quizás entonces no lo supiéramos. Igual que en las noches de jueves
en los 90 con los conciertos en el Channel, como tantas otras
elecciones que nos llevaron a lo que ahora somos. Recuerdo que cuando
entrevisté a Fernando Alfaro -líder de Surfin´ Bichos y Chucho-
para mi revista “Interferencias” antes de una actuación de
Chucho en el Centro Cultural Cajastur dentro del ciclo
“Intersecciones”, me dijo que a los jóvenes de este tiempo les
resultaba mucho más difícil que a nosotros, a pesar de tenerlo todo
a su alcance. Les faltaba la capacidad para elegir, el criterio ante
tanta avalancha de ofertas. Quizás tenga razón el gran Alfaro y
ocurra así. En ese caso, el hecho de poder contar con una pantalla
de cine en tan magno escenario como el del Teatro Campoamor quizás
represente la oportunidad para que el cine, la cultura, entren en sus
vidas tal y como ocurrió en su día con muchos de nosotros.
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 14 de febrero de 2016