Crónicas de Vestuario. -
“El Círculo Azul”
El
21 de abril de 2002 el Real Oviedo vivía en su partido contra el
Elche, en Segunda División, uno de esos episodios que jalonan una
historia apasionante, que la convierten en totalmente distinta a los
demás equipos. Para bien, hay momentos inolvidables que se quedan
grabados en la memoria colectiva azul, emociones desbordadas,
instantes para enmarcar en rincones del corazón a prueba de
adversidades. Para mal, también. Y ésta fue una de esas
circunstancias donde todo parecía romperse, el inicio -aquel nefasto
21 de abril- de un penar que parecía no tener fin. Envueltos en un
enfrentamiento, en una guerra civil en la ciudad por culpa de una
creciente megalomanía política (la de Gabino de Lorenzo y sus
secuaces, como el indescriptible Alfonso Román López) y otra
económica (la de Celso González y sus socios). En medio del campo
de batalla, como en una novela de Sven Hassel, todos los que se
vieron obligados a combatir en una (otra más) guerra injusta y
evitable.
En
1970, Jean-Pierre Melville estrenaba (en España no llegaría hasta
diciembre de 1972) otra de sus obras maestras, quizás la mayor: “El
Círculo Rojo”. Un polar -cine negro francés- ejemplar, repleto de
una extraña poesía visual, que aunaba la tragedia griega con la
filosofía oriental y conseguía una simbiosis europea a través de
un cúmulo de referencias donde la muerte era la única salida. Un
círculo rojo que pudo haber alcanzado al Real Oviedo pero al que las
(benditas) circunstancias van tiñendo de un color azul. De esperanza
azul, un círculo azul que se ha cerrado en esta jornada
vigesimoséptima -curioso, el número que va detrás del 26 de la
fundación oviedista- con la victoria ante el Elche, el mismo
protagonista del arranque efectivo de todas las desgracias. El mismo
protagonista que esperamos que sea el punto de partida de esta
resurrección que cierra un círculo, el círculo azul.
Para
que esta celebración espontánea -ya sabemos que a los oviedistas no
nos sientan bien las fiestas por imposición- se hiciera realidad, el
conjunto de Sergio Egea se encomendó a una primera parte para
enmarcar de Míchel Herrero, quien dio una soberbia lección de juego
sobre el húmedo césped del Tartiere, que aguantó la lluvia con la
compostura que merecía el improvisado festejo. Suyos fueron centros
mágicos a un Toché con el punto de mira cambiado que no acertó
como acostumbra a remachar. No importaba, nada de tragedias. El once
de Egea movía con paciencia el esférico ante un ordenado Elche que
bastante hacía con aguantar las acometidas azules e intentar un
zarpazo que a punto estuvo de conseguir en los primeros instantes.
Paradójicamente,
los goles llegarían en los momentos menos claros de los ovetenses,
en un segundo acto donde se impuso la fuerza frente al toque. Los de
Egea, que habían desperdiciado tantas veces la posibilidad de
machacar, dieron con la fuerza necesaria, imprescindible, para tumbar
a los ilicitanos hasta el k.o. y cerrar este círculo histórico en
azul, no en rojo. Nunca en rojo. Era momento de reivindicarse y le
llegó el turno a Koné para marcar. Y también a Pablo Hervías, que
culminó por fin un tanto tras un regate. Por supuesto, también
estuvo Néstor Susaeta para abastecer de asistencias a sus
compañeros. El equipo se comportó como un disciplinado, coriáceo,
bloque. Buenas noticias ante lo que se avecina. Un tramo final donde
no ha de existir miedo a las alturas. Donde conviene olvidarse de
tóxicos, de cenizos, de vanos pesimismos y de (lógicas)
precauciones. Donde hay que abrazar este momento, aferrarse a él. Y,
por fin, cerrado este círculo azul, alumbrar la esperanza de que,
sí, el gran objetivo -con el empuje, la unión y la fe de todos-
puede ser posible.
MANOLO
D. ABAD
Reportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 29 de febrero de 2016