Vetusta Blues. –
“La canción de la suciedad”
Ya queda
menos para el domingo de elecciones generales. Ya queda menos para
que todos se olviden de las urnas en la vida municipal ovetense, tan
necesitada de sentido común ante los enormes retos que se presentan
a la ciudad en este su futuro inmediato. Quizás en ese momento, el
lunes 21 de diciembre, se acaben algunas guerras absurdas que llevan
entreteniéndonos en las últimas semanas con la misma intención de
una mosca que nos distrajera en la cita de nuestra vida, pendiente de
un zumbido absurdo, de un revolotear desordenado que llevase la vista
lejos de lo verdaderamente importante.
Como ya
no faltaba ningún tema por tratar, llegó el de la limpieza de
Oviedo, la justa coleccionista de escobas de toda clase y condición
que, al final, hasta consiguieron barrer veinticuatro años de
órdenes sin discusión, de maquillajes económicos destapados desde
hace unos meses como una piel de cebolla sin fin que va mostrando las
capas de muchas grandes mentiras aceptadas como verdad universal en
todo este tiempo en Oviedo. Quedaba tocar la limpieza, el emblema,
uno de los pocos emblemas sólidos y reales de la ciudad.
En medio
de unas negociaciones que se prevén duras, dado que en todo este
tipo de historias a quienes les toca perder es a los trabajadores (y
no me tachen de demagogo; vean, comprueben, los magníficos y
millonarios predios que se acostumbran a autoadjudicar muchos
directivos por sus nefastas gestiones), no podían faltar las
interferencias de los destronados y sus satélites para ensuciar a
conciencia un tema capital para la ciudad. Inmediatamente me llegó a
la mente aquella magnífica adaptación que Los Nikis hicieron de los
legendarios Magazine –bien alejada de lo que eran su estilo e
influencias- “La canción de la suciedad”. En ese afán de
emponzoñarlo todo con la vana esperanza de provocar grietas en el
tripartito, los destripadores del –como ellos lo denominan- “el
destripartito”, no dudan en causar el mayor mal a la ciudad.
Desprovistos de dos décadas y media de privilegios servidos con un
descomunal, imparable abuso, ven ahora como ya no es tiempo de
favores sino de manchar como sea lo que sea. Una suerte de tierra
quemada de la peor especie. En este contexto, Oviedo les importa un
pimiento. O esa es la impresión que dan. Hay que recuperar, como
sea, todo lo perdido sin que nada se les ponga por delante.
Arrancando el bulldozer para arrasar a sus enemigos, a la propia
ciudad y sus habitantes si es preciso. Arrasar, incluso, con aquello
que hicieron bien, como fue el conseguir un magnífico servicio de
limpiezas. Que nada quede para que ellos regresen como los salvadores
en un Domingo de Ramos.
Que los
días, los meses, de aquel supuesto caos con el que intentaron
convencer a los más incautos, van pasando y los ciudadanos de Oviedo
comprueban que no. Que no hay caos y que se están destapando los
dislates y abusos de un régimen que ha supuesto un lastre enorme
para que la ciudad progresase y se situara acorde con los tiempos. Y
eso no puede ocurrir, no vaya a ser que…
MANOLO
D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el miércoles 16 de diciembre de2015