“Brisa de resaca marina”
TORMENTA FEST
BUENO + McENROE + SR. CHINARRO
Teatro Filarmónica, Oviedo.
Viernes 27 de febrero de 2015.
Caprichos del destino: un
festival que lleva el nombre de “tormenta”, que nos sugiere turbulencia, oscuridad,
ruido y que, sin embargo, se desarrolla en actuaciones acústicas, bien alejadas
de trepidaciones. Hecha la salvedad de que, en general, prefiero conciertos en
toda su plenitud sonora, bueno es que se pueda dar continuidad a propuestas que
activan la vida cultural ovetense, siempre emponzoñada en sus cuitas sectarias
que tan bien han sabido alimentar algunos desde sus casi ocultas poltronas.
Abrieron Bueno un set donde la
desnudez a dos guitarras –la siempre agradecible eléctrica de Iván Vallina, un
tipo al que nunca nominarán a un AMAS, pues desafía la ortodoxia pseudovirtuosa
con valentía- mostró la calidad de un repertorio reducido a seis canciones.
Comenzaron con “Cintas de cromo” de su segundo y reciente álbum “Perros, santos
y refranes” para continuar con una visita a su álbum debut (“Los brazos más
largos”). Luego fue el momento de uno de sus dos grandes hits contenidos en su
nuevo trabajo, el pegadizo “Amplifícalo”. Dice el refrán que “lo bueno si
breve, dos veces bueno” –al que también aludió Javi Vallina, su cantante- pero
lo cierto es que tras la terna final con “Paila”, “Desaparecer ahora” y su otra
canción estrella “Maratón”, la actuación supo a muy poco.
McEnroe es uno de esos grupos que
exige mucho del oyente, pues su mundo se muestra a pecho descubierto, lanzando
una diana directa al corazón, pero no al físico, sino al más desgarradoramente
emocional. Un autodesnudo personal servido con voz tenue, tratando de salvar la
timidez de abrirse por completo. El mundo melancólico de Ricardo Lezón, plagado
de hundimientos y dramas sentimentales (no melodramas, ojo), se expone sincero,
quebradizo, en un directo solo para públicos atentos, exigentes e, incluso,
cómplices del panorama desolador por el que suele transitar el repertorio de la
formación vizcaína. El músico de Getxo agradece el “respeto” de los asistentes,
toda una maravillosa excepción en este mundo de maleducados con vana e
incontenible verborrea. La guitarra eléctrica de Gonzalo Eizaga, íntima pero
espacial, en la estela de Vini Reilly, aporta esa luz a los oscuros recodos del
autodesnudo emocional de un Lezón que ha debutado recientemente en el mundo
editorial como poeta. Y poesía, mucha poesía, es la que contienen sus
canciones. A punto de publicar su nuevo trabajo –“Rugen las flores”, del que
estrenaron “Puente”-, McEnroe fueron para muchos, incluido quien suscribe, los
grandes triunfadores de la noche.
Luego llegó el turno de Antonio
Luque, o lo que es lo mismo, Sr. Chinarro. Desprovisto de todo acompañamiento,
con una elemental guitarra española, que rasgó con irregular pulso, Luque
volvió a ser él mismo, el de los trabalenguas ocurrentes, el de esas letras que
crean su mundo peculiar e intransferible. Lo que ya resulta dudoso es que -
desprovisto de la carcasa sónica y casi como si estuviera tocando en el metro-
podamos considerar su show como magistral. Más bien al contrario. En esa
frontera literaria y musical parece sentirse a gusto, pero su actuación fue,
con cada trago de su cerveza, con cada nueva canción, de más a menos. Casi al
mismo tiempo que sus palabras masculladas tras cada sorbo iban siendo cada vez
más ininteligibles... La búsqueda desesperada de genios, genera este
surrealista personaje, probablemente el único que puede justificar el reciente
ensayo de Víctor Lenore “Indies, hipsters y gafapastas”. Recuerdo actuaciones
en solitario de gentes como Dominique A, Howe Gelb o Robyn Hitchcock y me
avergüenzo de que alguien pueda pensar que lo de este tipo fue genial.
MANOLO D. ABAD
Publicado en una versión reducida en el diario "El Comercio" el sábado 1 de marzo de 2015