Crítica. Música. –“Los clavos de la paciencia”
TORMENTA FEST
MARAZU + ALFREDO GONZÁLEZ
Teatro Filarmónica, Oviedo.
Sábado 28 de febrero de 2015.
Se palpaba la expectación en la segunda jornada de este Tormenta Fest que ha animado este Oviedo que aparenta dormir pero que anhela reverdecer unas inquietudes culturales que, al margen de encarnizadas batallas políticas, siempre ha estado ahí, bien en letargo, bien deseando brillar.
Abrió Jorge Marazu, músico abulense con muchas conexiones con Asturias que comenzaron con… ¡una eliminatoria de fútbol! Porque el cantautor visitó el Carlos Tartiere como guardameta suplente del Real Ávila. La vida da muchas vueltas, tantas como las que contaba Josele Santiago en aquella legendaria “La cuenta atrás”: “El mundo rula/ y al caer/ se muerde la cola”. Marazu, valiente defensor de una canción española que hunde sus raíces muy dentro, se atreve con lo que pocos podrían: con reivindicar la naturalidad en géneros que el paso de los años –y de una industria voraz- han terminado por deformar en obsoleto cliché. Normal que su despedida reivindique el hecho de defender la copla sin ser folklórico ni flamenco. Con su versión de “La Bien Pagá”, hizo realidad su reivindicación. Cuando se libere de ciertos almibarados convencionalismos en sus letras, ganará un innegable peso específico.
Era la primera vez que Alfredo González pisaba las tablas del coliseo ovetense y se notó en su nerviosismo. La existencia de los creadores obliga a vivir cada noche como si fuera la última, una especie de ruleta rusa inclemente que no perdona nada más que el hoy. Con la tercera canción del set –“Lo tengo merecido”- la turbulencia emocional de Alfredo pareció calmarse y así mostrar las virtudes de un repertorio eléctrico, a dos guitarras (Javi Vallina y Rubén Bada), secundado –por fin en este festival- por una base rítmica (¡ah, batería y bajo!) tan coriácea como la de Antón Ceballos y Wilón de Calle, donde queda la rabia –la privada y la general-, servida en entregas donde la literatura del turonés vuelve a brillar. “Intoxicados” es una de esas nuevas cumbres de un trabajo donde vuelve a destacar la ambición de querer salirse de esquemas preconcebidos, de una infatigable búsqueda de nuevos océanos en los que sumergirse. Se atranca la épica monumental del imprescindible “Retruque” con Willy Naves de invitado, anhelando un atril con el que recordar esa gran letra de José Aurelio Ovies. “Es que llevo mucho tiempo sin tocar”, se excusa el turonés por los dos… Y vuelve a remontar, en modo salmón, para el climax final con “La última revolución” y “Colisión de tráilers”.
Comenzar un bis con la escalofriante “Sopa de gran pena”, con tremebunda letra de Boni Pérez, y salir indemne es tarea de gigantes. Alfredo y los suyos remacharon con “Hasta las manos” un concierto de altibajos pero salpimentado con un talento al alza. A fin de cuentas, no hay nadie más preparado para la gloria que quien ha mordido el polvo de la tierra y pisado muchas de sus piedras.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el martes 3 de marzo de 2015