Vetusta Blues. –“Frixuelos eléctricos y penicilina”
Aún quedan cuatro meses para las
elecciones y la batalla política se antoja más enconada que nunca. Todos a la
busca de un lugar bajo el sol. Una batalla cruenta en la que nada vale y donde
todo sirve. Nada vale para encontrar un resquicio de razonamiento frío y
desprovisto de intereses partidistas. Todo sirve para descalificar al
contrario; en ocasiones, hasta al propio compañero. La lucha a garrotazos de la
sintomática pintura de Goya encuentra en este período, cada vez más dilatado,
un escenario apto para la ausencia de análisis y reflexión.
El hastío me supera. Contemplar
un espectáculo donde se mezcla la tómbola en la que no debe faltar ese
perro-piloto de señuelo para la ciudadanía, con el cruce de descalificaciones
entre unos y otros, se me antoja demasiado cansino en esta semana de días
oscuros y lluvias pertinaces. Es en días como éstos en los que disfrutar de la
música en vivo se convierte en una necesidad. Hoy, sin ir más lejos. Aunque los
últimos sábados la magnífica serie “El Comisario Montalbano” me ha retenido en
casa, éste no va a ser igual. Tocan Johnny Penicilina y los Frixuelos
Eléctricos, una de las formaciones asturianas menos reconocidas y más
trabajadoras, garantía de rock, electricidad y diversión allá por donde actúan.
Rock callejero, de una verdad aplastante que necesito en estos días donde la
mezquindad política me satura al máximo. Ellos representan la verdad del rock,
ese que se parte el pecho cada noche en locales de pequeño aforo y que logra
convencer con cada acorde, su repertorio original (empiezo a estar también
harto de grupos-tributo y aprovechados impostores sucedáneos) y su
singularidad. Encabezados por un tipo como Johnny –cercano a la quinta de Neil
Young- pura pasión por el rock y un excelso gusto musical, respaldado por un
guitarrista de la clase y el dinamismo de Alfonso Fernández y la sólida base
rítmica de Maxide y Gus, nunca obtendrán el beneplácito de premio musical
alguno, pero sí el suficiente calor de un público que ha hecho rentables sus
tres álbumes. Si ellos representan la verdad, premios como los Amas –que les
han eludido con pertinaz insistencia- son el emblema de la mentira. Les han
ignorado con tal descaro que resulta inconcebible que no sientan vergüenza.
Bueno, ahora que lo pienso, no son los únicos, pues la lista comienza a ser
demasiado larga, casi tanta como los intereses creados que –la pela es la pela,
el negocio más aún- han ido creando alrededor de unos premios cada día más
sucios. O si no, que se lo digan a los magníficos Peralta, que tras firmar uno
de los álbumes del año “Time, purpose and gold” (no sólo en Asturias, en toda
España, como bien reflejan multitud de listas en diversas publicaciones) se han
quedado también fuera de toda nominación. A ellos, como a los enormes Johnny
Penicilina y los Frixuelos Eléctricos les queda el hacernos vibrar en noches de
rock´n´roll como la que hoy espero disfrutar en Oviedo cuando llegue la
medianoche. El resto sólo son frágiles estatuillas para alimentar vacuas
vanidades y engrosar las ganancias de empresarios de dudosa calaña.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 24 de enero de 2015