Miro en el alma y veo
y siento y quiero, y palpo las pinturas
que aquel niño y un hombre hemos pintado
con espuma de mar -en blanco y negro-
y viejos minerales.
Con memoria y destierro en la memoria,
les hemos dado culto, las he dicho.
Pero fue el corazón el que no dijo
las historias más tristes, paso a paso.
Qué lenguaje milagro entre los pulsos,
perdido, forastero,
por lo campos del alma deshabidos.
Así vamos y vamos, peregrinos,
a través de ese juego que nos juega,
consigo mismo a cuestas cada uno
y tanta soledad tan bien guardada,
esculturas en barro, almas y arcilla,
mundos de tierra y agua con su verbo,
historias incurables de tristeza
que en la tristeza plantan con esfuerzo
su tienda cada día. De no hacerlo,
de no irse muriendo en el empeño,
olvidando esa muerte a cada paso,
a cada mido, en nuestra desmemoria,
imposible sería la esperanza,
ya sólo soledad, definitivamente,
la soledad que guardas.
Luis Fernández Roces. "Viejos Minerales". Trea Poesía, 2006.