-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
-No puedo. Allí hay un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
-Haz que te oiga. Dale tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por la caridad de Dios.
-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a veras. Y yo ya no quiero volver allá.
-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.
-No, no tengo ganas de ir. Según eso, yo soy tu hijo. Y, si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por fusilarme a mi también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.
-Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mi. Nomás eso diles.
Justino apretó los dientes y movió la cabeza diciendo:
-No.
-No.
Juan Rulfo. "El Llano en Llamas". Ed. Planeta, 1982.