MÁS NEGRO QUE CUALQUIER
TRISTEZA
Vuelves
a caer en el pozo oscuro de tu mente. Un sueño peligroso del que no
puedes salir. Un viaje donde no encuentras el camino de vuelta. Otro
cruce de caminos más. Frente a ti, una extraña figura, como una
sirena, parece llamarte, al principio de uno de los tres senderos a
elegir. Esa sonrisa no abre ninguna puerta ni esperanza, porque ya no
hay sirenas, sólo figuras inalcanzables o prohibidas. Se ríe de ti,
como ese inacabable túnel por el que vuelves a caminar a tientas
tras haber elegido la ruta más lejana y pedregosa. Al final, no hay
luz sino la tenue oscuridad que parece devorar un incipiente amanecer
que esboza algo parecido a un atisbo de cambio. Pero sólo es una
migaja de misericordia de quien contempla tu triste estampa embutido
en ropajes oscuros. La realidad se empeña en engañarte mientras se
burla de ti, con los colores arco iris de un nuevo día para que
todos puedan celebrar excepto tú. Condenado a decaer lentamente,
observas cómo una mariposa apura su último vuelo, tratando de
alcanzar la mayor altura de su corta vida de fulgor. Y, entonces,
despiertas. Un día más.