San Pateo (Año 3). –
Día 6. “En el Pinón Folixa”
-Ahora entiendo por qué Slash quemó su amplificador cuando tocó en el Pinón Folixa. El ampli era de Jorge Otero, creo. Pero, en este preciso instante, lo entiendo –digo, a modo de entradilla, esperando captar la atención del tránsito imparable de gentes, de los niños jugando frente a nosotros, de la mirada atónita de quienes se sienten privilegiados por haber conseguido mesa y sillas en el legendario chiringuito pateíno Pinón Folixa. Ocupamos un espacio en la barra y comprendo que nos odien por vernos sentados, hablando de libros e impidiendo el acceso al Eldorado donde podrán ser atendidos a la busca de esa consumición deseada. Algunos se detienen sin complejos, delante nuestro, tapándonos la visión, mientras observan los precios del chiringuito como ese turista que se para delante de un restaurante de lujo a ver cuánto le puede costar un agua con gas en ese local.
Apuro un poco del estupendo vino Berceo y pienso que si no nos tiran botellas ni ningún otro objeto tal y como contaba Charles Bukowski que ocurría en alguno de sus recitales, los cuatro ponentes que presentábamos los cuatro libros colectivos de Ediciones Alternativas publicados en el último año podríamos permanecer tranquilos. El repóker lo completaba Alegría Blanc que iba de acá para allá, algo cabreada porque Javier F. Granda –imprescindible impulsor del asunto- se había olvidado de su nombre, víctima de los nervios y la presión, sobrepasado por el guirigay y la situación adversa. Estamos en el Pinón Folixa, Día de América en Asturias (en Oviedo), un día festivo, son las siete de la tarde, el sol no se ha puesto y el ruido de los chiringuitos, el bullicio de la gente, campan a sus anchas sin remedio. Tratar de leer algo, de ser escuchado, es una tarea titánica. Y ya se sabe cómo acabó el Titanic. Se trata de observar el comportamiento humano, de contemplar alguna de las muchas hermosas mujeres que nos alegran (al menos a mí) la vista en San Pateo, leer o decir algo cuando me toque el turno, saborear el Berceo y… ¡ya está!
Una hora después no paramos de firmar ejemplares tanto Virginia Gil Torrijos como David Suárez Suarón o el mencionado Javier F. Granda y quien suscribe que, no casualmente, aparece en los cuatro libros. A saber: “[O] Anatomías del Antiguo”, “Barra Libre”, “Ars Moriendi” y el más reciente “Erótica XXI”. El encargado de invitarnos al chiringuito –David Fernández- me recuerda mis ya lejanos tiempos en Radio QK y de mi programa “Club Alternativo” (cinco maravillosos años, aquellas fantásticas fiestas de aniversarios con grupos como The Heartbeats, Feedbacks, Crew! Mamy Carter, Manta Ray, Sangrientos, Soviet Sister o Zombi Zú en concierto). Luego tiene la feliz idea que nos desarma: nos compra un ejemplar para cada uno de sus veinte empleados en el chiringuito. Ahí está ese pequeño trecho que discurre entre las palabras y los hechos. Aún da tiempo a que alguien más se anime, pero el detalle es maravilloso. Espero que lo disfruten todos. Y el San Pateo que viene… volveremos, claro que sí, que habrá más nuevos proyectos.
Javier esquiva oleadas de gente de camino a El Olivar cargado con la caja donde aún quedan unos pocos ejemplares. Ni me importa quién toca ni quién vaya a tocar, son las circunstancias las que nos llevan. Eliges y ya está. Si buscas y encuentras algo, vas. Y cuando existe tanta variedad es posible que te dé igual qué hay ese día. Así estoy, bebiendo mi vino, volviendo a contemplar la expo del local a propósito de “Erótica XXI”, pensando en un relato, disfrutando de la compañía y de la amistad. Quizás podríamos pedirle algo más a las fiestas pateínas -¿un concierto de un grupo que me ponga tipo Editors, Interpol, Chameleons, Black Swan Lane, Ride, Lagartija Nick? ¿una nueva Ella que aplaque mi soledad? ¿recuperar algunas pérdidas?- pero, bueno, tampoco vamos a pedir más de la cuenta, ¿no?
Con trasladarnos a la Corrada del Obispo a uno de los dos chiringuitos, cómodos, bien atendidos, sin amplificadores estridentes y con buen producto, ya tenemos bastante. Bebemos, hablamos, proyectamos nuevas ideas y nos impregnamos del ambiente festivo sin desmadres vanos, sin ese exhibicionismo triunfalista que le invade a las masas malformadas por los realitys. Un placer, una gran noche, sin mirar al reloj, deseando que haya muchas jornadas así.
Casi se me escapa un “¡viva San Pateo!”.
Descubrí a Black Swan Lane por casualidad y han significado mucho, han formado parte de una banda sonora personal que no he podido escuchar durante meses. Ahora, hoy, ya sí, con las heridas del corazón suturadas con olvido, con el siempre necesario olvido. Espero que os gusten: Black Swan Lane “Dust”.