domingo, 16 de septiembre de 2018

San Pateo (Año 3). Día 1. "La Orquesta Pirata"

San Pateo (Año 3). –
Día 1. “La Orquesta Pirata”.

Tres días, tres. Y, después, descansé. O eso creía.
Que las cosas han cambiado en San Pateo se manifiesta en el hecho de que nuestra querida Concha Quirós da el pregón. Una mujer de Oviedo, de nuestra ciudad. Una mujer culta y trabajadora, que convirtió junto a su sobrino Alfredo a la Librería Cervantes en un templo de la cultura. Esto es lo que ha traído el tripartito del caos: el reconocimiento de una enorme labor en pro de la cultura. Los que escribimos y publicamos, libres e independientes, nunca estaremos lo suficientemente agradecidos. Frente a las grandes corporaciones, el trato de una cultura cercana, personal. A Concha la queremos mucho y no se me ocurre mejor persona para representarnos. Lejos están personajes tipo Carmen Alcayde que aterrizaban en la ciudad a dar un pregón de la mano de Gabino de Lorenzo. Sí, hay diferencias: del rosa al (supuesto) caos. De los pufos a pagar las deudas. 
Luego venían las actuaciones, la apertura de San Pateo. Oleadas de gente, mucha gente. Pero mayor era mi cansancio. Lo único que aprendes con los años es que una retirada a tiempo siempre es una victoria. Aunque me tenga que perder el conciertazo de la Lata, rock espacial, un Kevin Shields para embriagarse. Pero no. Me reclama mi madre y hay que estar con ella. Nos vemos una peli, discutimos un poco de política y… ¡a dormir! Eso creía yo, iluso de mí.
A pesar de las enormes barricadas que ocupan La Losa con las necesarias obras para sanearla, a las once y media de la noche comienza el show de la Orquesta Pirata. Un grupo itinerante, sin permisos ni control que sitúa sus bártulos a su antojo y nos ofrece una sesión extra de esa pachanga que me saca no ya sarpullidos, sino directamente un cáncer de los peores. Doy vueltas en la cama, sudo a mares y albergo instintos homicidas de lo peor. Si a las tres de la mañana no acaban, bajaré con el cuchillo más grande que haya en la casa de mi madre y trocearé como si Jack El Destripador hubiera renacido en mi ciudad. Bueno, no, me habría conformado con ponerme los auriculares a todo pasto para dejar de oír la basura pachanguera que alimenta las peores pesadillas. 
Debería haber salido e incluso ver a Neneh Cherry. Pero no: la Orquesta Pirata volvió a reaparecer, con sus mediocres letanías, con su tortura musical. Una tortura evitable. ¿Qué sentido tiene esta gente molestando a una vecindad? Sin permisos, sin control, eso sí que es caos. Hasta a mi madre le subió la tensión. Y maldita la gracia que me hizo.

MANOLO D. ABAD


La recomendación musical, sí, hoy otra vez Australia on my mind. Una recomendación de vida: no quiero -ni pienso- cambiar. Quizás me lleve a mí mismo por delante, pero no sin antes haber dejado un testamento como los Drones cada vez que se suben a un escenario... (Si esto no te pone, dedícate a OT o a cualquier otro simulacro de música parecido).